miércoles, 18 de abril de 2012

Capítulo 15: Reencuentros.

POV de Shinichi


Mi amor fraternal me dividía en dos: o apoyaba a Ciel en su relación con mi mejor amigo, o me enfrentaba a mi mejor amigo y a mi hermano para protegerlo de que no le volvieran a hacer daño.
Ciel era inocente, frágil e ingenuo, y aunque era cierto que últimamente estaba más despierto que de costumbre (seguramente por la influencia de Alois), me seguía preocupando el hecho de que saliera con alguien, y más con Soubi. Sé perfectamente la fama que tiene mi mejor amigo, y no es precisamente buena, así que no podía evitar preguntarme a todo momento si estaba bien que les dejase salir juntos. Además, Soubi ya no estaba tanto conmigo, ahora se pasaba el día pensando, hablando y estando con Ciel (hecho que me preocupaba más todavía), así que no podía controlarle como me gustaría.
“Si quieres a alguien, déjale volar” Ese era el problema, que yo no estaba seguro de que Ciel supiese volar todavía. Puede que fuese demasiado sobreprotector, pero me daba igual, sobretodo cuando Soubi desaparecía para encontrarse con Ciel. En esos momentos estaba con los nervios a flor de piel.
Incluso cuando estábamos todos juntos y veía que no estaban haciendo nada, simplemente formando parte de la conversación, uno al lado del otro, me ponía nervioso pensar que Ciel acabaría sufriendo.
Recuerdo un día, estábamos todos en círculo en la puerta principal, hablando de cosas triviales antes de que empezaran las clases.

-¿¡Quééééééééé?! ¿¡Que la respuesta de la pregunta siete era -1?! -le gritó Momo a Takashi.
-Te dije que estudiaras más -le replicó este.
-Bueno, si el resultado no es muy diferente y lo has planteado bien quizás te puntúe algo -le animó Ciel con una mirada compasiva:- ¿Cuánto te daba a ti?
-... 56 -musitó.
-¡WUAJAJAJAJA!¡Pero que burro! -gritó Alois con una carcajada.
-¡Alois! -le recriminó Ciel.
-Hombre, la verdad que un poco burro sí que es -dijo Guille rascándose la cabeza.
-Tú calla “fresita” -le hizo callar Alois con un tono tajante.
-¿”Fresita”? -pregunté extrañado.
-Mejor no preguntes -me respondió Guille con una nube de vergüenza sobre la frente.
-¡AUH! -gritó de repente Alois. Cuando nos giramos le encontramos de cuclillas con las manos sobre la cabeza y su hermana detrás de él, con un puño levantado y expresión triunfal.
-¿¡Y eso a qué viene!? -le exigió a Catherina.
-Te advertí de que como volvieras a insultar a Momo pagarías las consecuencias -le respondió ésta con una voz gutural.
-¡Pero si lo he hecho hace media hora!
-Oye, ten consideración. Mi radar me avisa de que le están haciendo daño a Momo, pero no me dice dónde. Me ha tocado buscaros -se excusó con una expresión de resignación.
-¿Radar? -preguntó Takashi.
-Mi hermana se cree que puede percibir cuándo le hacen daño a Momo -pero como “castigo”, volvió a recibir otro golpe en la cabeza por parte de Catherina.
-Que te estés quieto niño -dijo ésta.
-Catherina... ¿es eso verdad? -preguntó Momo con los ojos llorosos y las manos sobre el pecho.
-.... ¡QUÉ MONO! -chilló Catherina antes de lanzarse contra él- Sí, sí, sí. Es cierto 100%.
-¡Oh! ¡Catherina! -correspondió Momo a su abrazo.
-Por favor, las lapas al mar -intervino Takashi separándolos.
-¡Eh tú! ¡Bichejo inmundo! ¡No te atrevas a tocar a Momo! -dijo Catherina.
-Sí Takashi, ¿por qué no puedo abrazarla? -preguntó Momo infantil.
Lo siguiente que hizo Takashi no lo entendí: se acercó al oído de Momo y le susurró unas palabras que sólo ellos dos pudieron oír. Acto seguido, las mejillas de Momo se asemejaron a dos manzanas, rojas y brillantes.
No entendí qué le podía haber dicho. Pero no le presté atención, estaba más interesado en observar cómo la mano de Soubi descansaba disimuladamente en la de Ciel, haciendo que un rubor se apoderara de la cara de mi hermano.
No es que me molestara, es que me preocupaba lo que Soubi le pudiera hacer a Ciel, era tan despistado...

-¡DEBO PEINAR ESE PELO! -se escuchó de repente.
Al girarnos descubrimos a una chica más o menos de la altura de Momo. Estaba de pie delante de nosotros, señalando con una mano a Catherina con los ojos brillantes y una expresión de ruego. Por su apariencia, no debía de tener más de 15 años. Tenía el pelo castaño rosáceo recogido en una trenza... exuberante. Un peinado realmente magnífico, he de reconocerlo: consistía en varias trenzas que salían de la raíz del cabello para, al llegar al cuello, juntarse en una mucho más grande. Ésta última descansaba en el hombro derecho de la chica, mientras que del lado izquierdo de la cabeza caía un pequeño mechón de pelo suelto que se ondulaba en una cascada de destellos.
Los ojos eran castaños oscuros, tenía una nariz pequeña y unos labios rosados de sonrisa fácil.
Ciel fue el primero en hablar.

-¡La chica de la peluquería!
-¿Qué hace ésta aquí? -preguntó Alois poniéndose al lado de Ciel. Sin duda ellos sabían quién era.
-¿ “La chica de la peluquería”? -pregunté.
-Sí. Cuando fuimos a... a cortarme el pelo, ella fue la chica que me atendió -respondió Ciel.
-¿Ella fue la que te dejó como estás ahora? -le dijo Soubi sin rodeos respecto al tema de su “cambio”.
-B-bueno, eh.... sí... -tartamudeó Ciel.
Acto seguido Soubi se acercó a la chica, le cogió la mano y le dijo muy serio:
-Muchísimas gracias por mostrar a Ciel tal como es.
-Oh... -dijo la chica desconcertada, pero de repente cambió totalmente de expresión a una alegre e infromal-. ¡Fue un placer! Sólo una pregunta.
-Dime -respondió Soubi soltándole la mano.
-¿Quién es Ciel? -preguntó con una sonrisa.
En aquel momento a más de uno se le cayó la cabeza por la despreocupación de la chica. Pero parecía optimista y enérgica, una chica sana, así que no pude retener una sonrisa de ternura.
-Ciel es éste, pedazo de amnésica -soltó Alois poniendo a Ciel delante de la chica de la trenza.
-¡OH! ¡EL NIÑO MONOSO! -exclamó abrazando a Ciel como si fuera un peluche.
-Pero ten cuidado niña, que no le dejas respirar -intervino Catherina tirando a Ciel hacia Soubi cual pelele de feria.
-¡TÚ! Déjame arreglarte el pelo -pidió la recién llegada cogiéndole las dos manos a Catherina.
-¿Ah? ¿Insinúas que mi pelo tiene algo de malo? -gruñó irradiando las palabras “zona peligrosa”. Toda persona que la veía hacer eso se acobardaba y se iba sin decir nada más, pero no sé si por estupidez o inocencia, la chica continuó hablando.
-Todo lo contrario. Hacía tiempo que no veía un pelo tan maravilloso. Necesito tocarlo, ¿me dejarías hacerte un recogido? ¡Porfaaa! -dijo con voz infantil y carita de pena. Estaba seguro de que Catherina no aceptaría, pero...
-Pelo maravilloso ¿eh? … Está bien, haz lo que quieras -pero si a Catherina le adulan el pelo hace todo lo que le pides.
-Je,je,je,je... Perfecto -susurró la chica olvidando aquella pose de niña frágil para pasar a un estado de seguridad absoluta con una perversa sonrisa- Siéntate aquí -le dijo la chica al mismo tiempo que le señalaba el muro que teníamos al lado.
Cuando Catherina se sentó, inmediatamente la extraña sacó de su bolsa un quit con todo tipo de objetos para el pelo: horquillas, pinzas, ganchos, flores, lazos, clips, peinetas, agujas,... A continuación tres tipos de cepillos diferentes y un producto líquido de color azul claro.
-Ahora necesito concentración por favor -nos pidió cuando se dio cuenta de que la estábamos mirando todos.
-Tranquila, nos mantendremos callados -le prometí con voz amable.
Como respuesta sonrió. A continuación, puso su atención en el pelo de Catherina.
Ninguno se dio cuenta del momento en el que empezó, ni siquiera yo, porque sus manos iban tan rápido que parecían simples borrones en el aire. Su expresión no cambiaba para nada, mantenía el ceño fruncido y los ojos fijos al frente, la única variación que se podía apreciar eran las expresiones satisfechas que ponía cada vez que su trabajo avanzaba.
El espectáculo comenzó a atraer a los curiosos que aún no habían entrado en clase, que se arremolinaron a nuestro alrededor para poder disfrutar de la maestría de esa chica misteriosa.

-¡Bueno! Esto ya está. Mmmmhh..... he de reconocer que no me ha quedado nada mal -dijo de pronto la chica levantándose mientras se tocaba la barbilla en gesto de aprobación.
-... ¿Me das un espejo o …? -preguntó impaciente Catherina. La chica inmediatamente sacó uno de su bolsa y se lo entregó, haciendo que una exclamación de sorpresa saliera de los labios de Catherina.

Realmente no era un peinado extraordinario, era un recogido muy común si lo mirabas de lejos, pero si lo mirabas de cerca, podías apreciar un trabajo impecable. El arreglo en sí consistía en una cola de caballo alta. Había peinado el flequillo de manera que su ojo derecho y la mayor parte de su frente quedara cubierta por mechones en forma de tupé, mientras que el resto del flequillo lo había ocultado discretamente detrás de la oreja izquierda con unas horquillas, pero para que no se vieran, las había tapado con un gancho que tenía el adorno de una flor con degradados en blanco y lila (a juego con el color de sus ojos), dando la impresión de que Catherina se había puesto una flor detrás de la oreja.
La coleta le caía elegantemente por el hombro izquierdo, creando contraste sobre sus orejas totalmente despejadas. No era un peinado que saldría en una revista de moda, sino uno que se haría una persona distinguida y con clase, uno que haría que la gente que pasara por su lado se girara para admirarlo.
¿Quién demonios era aquella chica y cómo era capaz de crear tal belleza con algo tan simple como lo es el pelo?
La curiosidad me estaba matando

-¿Crees que podrías peinarme todas las mañanas? -preguntó Catherina mirando todavía su reflejo.
-¿...Lo dices en serio? … ¡POR SUPUESTO! -gritó con los ojos iluminados.
-M..... ¿M-me podrías peinar a mi también? -dijo una voz del público.
-¡Sí! ¡Y a mí también! -gritó otra.
-¿Puedes trabajar con cabello masculino? -se oyó más atrás.
-¡EH! ¡QUE ESTA CHICA ES MÍA! -gritó Catherina con su habitual cara de “si lo tocas mueres”.
-El que quiera que le peine, tendrá que pasar por encima de mí -siguió diciendo. Entonces se volvió a la chica y le dijo:- Lo siento pero no he encontrado nunca a alguien que sepa domar mi pelo así que tú no te me escapas.
-Con poder tocarte el pelo lo que sea -contestó la chica no se si con una sonrisa de felicidad o de ingenuidad.
-Chicos, hace 5 minutos que teníamos que estar en clase -dijo de repente la voz de Takashi. Al decir esto, la masa de gente enseguida se disipó y nos quedamos solos.
-¿¡Qué!? ¡¿HACE 5 MINUTOS!? ¡Ahhhhhhhhhh! ¡No puedo llegar tarde! -gritó la chica misteriosa corriendo hacia as clases, pero Takashi la detuvo por el hombro y le dijo:
-Tranquila. He dicho eso para que nos dejaran en paz. Aún nos queda un cuarto de hora -dijo mientras sonreía.
Todos pensamos en lo mismo: manipulador. Pero a la chica pareció caerle bien, ya que simplemente sonrió.
-¡Gracias! Eres muy amable.
-Y también es mío -dijo Momo cogiendo a Takashi posesivamente del brazo.
-Momo... -susurró Takashi mientras el susodicho le dirigía una mirada furiosa a la chica nueva, pero lejos de intimidarla, la chica volvió a sonreír.
-Jeje, tranquilo. No voy a hacerle nada. … Mmmmhhh.... ¿Me dejarías peinarte a ti también alguna vez? -preguntó mirándole el pelo a Momo muy concentrada, y antes de que este pudiera responder, una cuarta persona intervino.
-Aléjate de Momo -dijo Catherina separando a Takashi de Momo-. Vamos -y dicho esto, arrastró a Momo hasta la puerta de su clase.

Ante tales comportamientos de buena mañana me puse de un humor excelente, pero de nuevo ese estado de animó se derrumbó cuando reparé en que la mano de Soubi seguía sobre la de Ciel.
Continuaba indeciso sobre si apoyarles o vigilarles.



De vuelta a casa me puse una ropa más cómoda hasta que llegara la hora de cenar. Unos simples vaqueros, una camiseta blanca básica de cuello de pico y una chaleco negro. Para matar el tiempo y no pensar en Ciel, Soubi ni en la chica nueva, me puse a ver la tele.

No sirvió para nada, pues nada más encenderla salió una noticia de que se aprobaba el matrimonio homosexual. En otra cadena hablaban de un pederasta que había violado a cinco niños, todos varones, de entre 10 y 15 años. Después salió un anuncio de preservativos. Y para colmo una mujer promocionando una nueva peluquería en el centro de la ciudad. Apagué el televisor.

Comencé a pensar que el destino me estaba mandando “sutiles” indirectas.
Cansado y estresado me fui a la cocina para tomarme un refresco, y al mirar por la ventana pude ver un camión de mudanzas en la casa de al lado. “No sabía que tendríamos nuevos vecinos” pensé. Pero no le di mucha importancia, seguramente ni siquiera les vería la cara.
Estuve así una rato, observando el ir y venir de las sombras de la ventana, seguramente de los nuevos propietarios que intentaban acomodarse, pero al cabo de un tiempo me empecé a aburrir, así que subí al estudio de mi padre para ver si le habían hecho otro encargo y si podría ayudarle de nuevo.
Cuando entré, me detuve en una fotografía. Obviamente era nueva, pues no la había visto hasta ahora, pero no era el estilo de mi padre, lo que me hizo pensar que debía de ser un regalo.
Era simple y seguramente hecha por un aficionado. La imagen mostraba un gato negro con las orejas blancas. Estaba tumbado en la calle y ni siquiera estaba bien enfocada. Sin duda alguna, aquella foto no era de mi padre.

El timbre me sacó de mis pensamientos. ¿Cuánto tiempo llevaría mirando esa fotografía? Bah, no importa.

-¿Sí? -al abrir me encontré con un chico más o menos de mi edad. Alto, con el pelo castaño claro, de color miel. Los ojos del mismo color. Se notaba que era una persona atlética y despreocupada, sobretodo por la expresión infantil que tenía.
-¡Hola! Siento molestar, pero nos estamos mudando aquí al lado -dijo señalando con el pulgar la casa del camión de mudanzas-. Mi madre me ha dicho que mirara si había algo en el buzón y, creo que el cartero se ha equivocado y nos ha dado una carta vuestra. Sólo venía a devolverla.
-Oh.... vaya, muchas gracias. Ha sido un detalle, no tenías por qué molestarte -contesté cogiendo la carta.
-Jeje, no ha sido nada -dijo sonriendo y rascándose la cabeza.

En aquel momento, un recuerdo me invadió.


FlashBack de Shinichi.

-¡Jajajajaja! ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando? -preguntó uno de los niños que estaban en círculo acorralándome.
-No será porque quieres esto, ¿verdad? -dijo otro sosteniendo en alto la cámara que me había comprado mi padre por mi cumpleaños.
-¡Parad! ¡Me la ha dado mi padre! -sollocé intentando cogerla, pero el chico se la pasó a otro, desorientándome y mareándome.
-¡Oh! El niñito está llorando. Bua, bua -se burló una tercera voz.
Desesperado y nervioso por si la cámara se caía al suelo, me arrodillé para rogar por ella.
-Por favor. Devolvédmela. No la rompáis -supliqué con lágrimas en los ojos.
-Bueno, bueno. ¿Pero qué tenemos aquí? -dijo de repente una voz detrás de mí. Al girarme encontré a Soubi, que tenía los puños apretados y les dirigía a todos con una mirada furiosa y desafiante.
-Mierda... es Soubi -musitó uno de ellos. Así era, Soubi causaba temor allá donde fuera. Para ser un niño, imponía mucho.
-Shinichi, ¿estás bien? -dijo tendiéndome una mano para que me levantara.
-Sí... gracias -dije secándome las lágrimas.
-O-oye... nosotros sólo estábamos jugando. Nunca le haríamos daño a Shinichi, ¿eh, Shinichi? -dijo el que pocos segundos atrás se estaba burlando de mí dándome un codazo en señal de complicidad.
-¿¡Cómo tienes la poca vergüenza de tocar a Shinichi?! -gritó una tercera persona que agarró del brazo al chaval y lo tumbó de una sola maniobra, haciendo que los demás huyeran dejando caer mi cámara. A los pocos segundos, el que había derrumbado el chico que me había protegido salió corriendo también gritando algo de que se lo diría a su madre, o vete tú a saber.
Entonces mi protector se acercó a mi cámara, que ahora yacía en el suelo seguramente rota.
-Shinichi. Lo siento. A pesar de que quería ayudarte, tu cámara se ha roto.
-No te preocupes, porque tú me has protegido. Eso ha sido un detalle más bonito -le dije sonriendo al chico sin rostro.
-Jeje, no ha sido nada.


Fin Flasback de Shinichi.


Entonces vi el rostro de aquel chiquillo. Aquel que nos acompañaba siempre a Soubi y a mí. Éramos los tres mejores amigos, y de nuevo, el chico que tantas veces me había ayudado, estaba en frente de mí.

-.... ¿Ike? -al llamarle por su nombre, el chico que tenía delante me miró muy serio y desconcertado.
-C-cómo sabes.... -entonces, se le iluminó la cara- ¿¡SHINICHI!?


Resulta que debido al trabajo de su madre, se habían mudado cuando apenas teníamos 10 años, pero después de un tiempo, Ike había decidido hacer la preparatoria en el mismo lugar en el que estaban sus amigos.
Dijo que al ver la persona a la que estaba dirigida al carta (mi madre), no se había dado cuenta de que era yo, pues mi madre había conservado su apellido por el trabajo, así pues, me confesó que podría haberme visto mil veces y no haberse dado cuenta. Pero Ike era así, siempre tan despistado.
Hablamos un par de horas hasta que su madre lo llamó para cenar y nos despedimos para más tarde saber, que acudiría a mi instituto.
Cuando llegaron mis padres y Ciel (que había pasado la tarde con Alois), me acordé de la carta, pero yo estaba de un humor excelente, pues reencontrarme con Ike había sido increíble. Habíamos sido muy íntimos de pequeños.

-¿Quién la manda? -preguntó mi madre al verme abrir la carta.
-La tía Ayuko.
-¡Oh! ¿Qué se cuenta mi hermana? -preguntó mi padre, que acababa de entrar en la cocina.
-Nos pregunta cómo estamos. Le manda saludos a mamá y... ¿le da las gracias por una receta de un pastel? Mamá, ¿desde cuándo cocinas? -pregunté intrigado.
-No es necesario saber cocinar para enviar una receta, ¿verdad? -respondió guiñándome el ojo.
-Tsk. En fin, sigo. Dice que tiene ganas de vernos, que pronto vendrá a visitarnos y que...
-... ¿y qué, hijo? -preguntó mi padre ante mi silencio.

No di respuesta, simplemente me levanté tirando la carta arrugada al suelo y me fui directo a mi cuarto.
No podía creer lo que decía la tía en las últimas líneas, no era posible que me hiciera eso:

“... Y también os mandaba esta carta para haceros saber de que mi hijo Rin acudirá a la misma escuela que los vuestros. Era más que nada avisaros, para que los chicos le reciban con una cálida bienvenida pues, nuestra casa pilla muy lejos, y queríamos pediros el favor de que le permitierais quedarse en vuestra casa, al menos hasta que encontráramos otra solución. Os estaríamos muy agradecidos.

Un beso muy grande para Shinichi y para Ciel.

Os quiere, la tía Ayuko.”



Cuatro años no eran suficientes para sanar lo que ese sujeto había hecho. Si creían que podría agachar la cabeza y mirar hacia otro lado por ser yo, estaban muy equivocados.
Usagiwa Shinichi también sabe guardar rencor.
Y lo reservaba todo para él. Mi primo Rin.

domingo, 8 de abril de 2012

Capítulo 14: ¿Creías que iba a acabar como tú querías?

¿Estaba mal excitarme nada más pensar en lo que me hizo Soubi? ¿Acaso era un pervertido por desear que volviera a ocurrir? Esperaba que no, porque sino sería el tipo más lujurioso del mundo.
Aún recuerdo la manera en la que sus manos recorrieron mi cuerpo, descrubriéndolo y esculpiendo en cada milímetro de mi piel la palabra "placer". La forma de sus labios contra los míos, el tacto de su lengua aprisionando mis pensamientos, dejándome sólo sentir cómo se adueñaba de mi cuerpo y de mi mente. Y cómo olvidar la presión, el roce de su rodilla contra mi entrepierna y la cruel manera en la que sus dientes se ceñían a mi carne.
Fue todo tan maravilloso... o al menos a mí me lo pareció, pues Soubi lo único que sacó de allí fue más odio y resentimiento haci Alois. ¿Qué por qué? Oh, muy fácil. Veréis, lo que pasó fue...

Flashback de Ciel.

-Increíble.... incluso por encima de la ropa lo estás sintiendo -musitó ensañándose esta vez con mi cuello y mi clavícula. Dejando un reguero de besos, mordiscos y saliva.
-¡No! ¡Ah! ¡Eso....n-no es verdad! -jadeé como me fue posible.
-Hum ¿en serio? -rió en mi cuello- ¿Y qué me dices de... esto?
-¡Hah! -había puesto una pierna entre las mías, desvelando lo excitada y necesitada que se sentía esa parte. Temblé al sentir como ahora su rodilla era reemplazada por una grande y firme mano que me hizo olvidarme hasta de mi propio nombre. Escuché el sonido de mi cinturón y justo cuando creía que estaba preparado para lo que se avecinaba, un grito de Soubi me hizo volver a la realidad.
-¡Joder! ¡¿PERO CUAL ES TU PUÑETERO PROBLEMA!? -escuché exclamar a Soubi.
Cuando abrí los ojos me encontré con que Soubi se agarraba la cabeza con una expresión de dolor en el rostro mientras Alois le miraba desde atrás con una mueca de satisfacción en la cara y … un bate de béisbol en la mano. No hacía falta ser muy inteligente para saber lo que había pasado.
-¡Uy! ¿Te he hecho daño? -preguntó con interés fingido.
-Maldito criajo... te juro que un día te mato -sentenció ahora de cuclillas con las manos todavía en la cabeza y los ojos cerrados.
-Hum. Suerte -dijo Alois dejando caer el bate mientras se acercaba con una sonrisa de superioridad cambiando totalmente a una expresión sincera y preocupada al llegar a mí.
-Ciel, ¿estás bien? ¿No te ha hecho nada malo este viejo pervertido, verdad?
-¿¡A quién llamas viejo!? ¡Sólo tengo dos años más que vosotros! -gritó Soubi arrepintiéndose al acto, pues alzar la voz sólo hizo que le doliera más la cabeza y que tuviera que volver a agacharse.
-¿Ya tienes dolores de espalda? Vaya, qué mala es la vejez -dijo con una gesto de “Qué se le va a hacer”.
-Estúpido niñato -siseó Soubi abalanzándose sobre Alois. Pero este fue más rápido, así que, escurriéndose de los brazos de Soubi (tendría que enseñarme a hacer aquello), me tomó de la mano y me llevó corriendo hasta nuestra aula. Dejándome confuso y... divertido. Sin duda, aquello había sido divertido.

Fin Flashback de Ciel.



Así que aquí estaba ahora, en medio de clase de japonés moderno intentando confundir a mi cerebro para que no deseara el cuerpo de Soubi.
Pero era una tarea agotadora y nada gratificante, porque ahora que podía estar con Soubi... sin duda me resultaba muy difícil mantener mi autocontrol.



POV de Catherina.


Estúpido. Malnacido. Engreído. Prepotente. Narcisista. Injusto. ¿Y por qué no decirlo? GILIPOLLAS. Estaba hasta los mismísimos ovarios de Illium: No hagas eso, tienes que hacerlo como yo te diga, esa nota no es, escucha mientras explico, no me hagas burla, no toques cuando yo no te lo he dicho, deja de comer en clase. ¡AAAAAAAAAH! Ese tipo iba a acabar conmigo (si no me suicidaba yo antes). Lo único que quería era que diera clase como Sanko, pero no, él hacía que las clases de música parecieran una tortura. ¿Os pongo un ejemplo? Encantada.

Era la última asignatura del día, y todos estaban deseando irse a casa (yo más que nadie), así que al “profesor”, se le ocurrió la brillante idea de que las últimas horas que tuviéramos clase juntos la dedicaríamos a tocar instrumentos.
Al llegar al aula, vimos cómo toda la clase estaba llena de instrumentos: desde trompetas y fagots, hasta violas y contrabajos. Sin duda un paraíso para mis ojos, que acariciaban mentalmente todas y cada una de las texturas que se iba encontrando: frío metal, suave madera, ásperas cuerdas, puntiagudas teclas,... estaba en el séptimo cielo. Bueno, al menos eso pensaba hasta que me cercioré de que había otro instrumento más, pero este era insulso, obsceno y desaliñado, uno llamado Illium.

-Buenas tardes a todos.
-Buenas tardes -respondieron todos como borreguitos.
-Como sé que a estas horas estáis muy cansados, voy a dedicarlas a que aprendáis a tocar instrumentos -un murmullo general surgió como respuesta ante esta oferta, sin duda por la excitación y la impaciencia.
-¿Y qué pasa con los que ya sabemos tocar? -pregunté sin ganas de que ese pendejo me diera órdenes.
-Pues que cierran la boca y aprenden a respetar a los demás -siseó con una falsa sonrisa.
-Adelante, levantaos y coged el que más os guste -dijo de repente.
Todos se fueron hacia los instrumentos de percusión y de viento, dejando a los de cuerda apartados porque obviamente, ninguno sabía cómo tocarlos. Instintivamente fui hacia la viola, pero una mano me la arrebató antes de que pudiera decir nada.
-Como tú dices que ya sabes tocar, ¿qué tal si te quedas con uno más simple y dejas a los demás que aprendan?
-Pueden aprender a tocar otro, ¡dame mi viola! -exigí alargando la mano.
-No, ya no es “tu viola”. Ahora es de Sayuri-san -le dijo a una alumna mientras se la entregaba recibiendo un sonrojo por parte de ésta y un estúpido “gracias”.
-¡Vale, me rindo! ¿Qué se supone que debería tocar según tú? -grité enfurecida. Pero más tarde sabría que no tendría que haber hecho eso, pues mi instinto debería de haberme advertido de que esa sonrisilla en la comisura de sus labios no significaba nada bueno.
-¡ME NIEGO ROTUNDAMENTE! -exclamé encolerizada al descubrir qué instrumento me había designado a mí.
-¿Por qué? Yo creo que el triángulo se adapta mucho a tu personalidad.
-¡NO PIENSO DESPERDICIAR MI TALENTO EN UN ALAMBRE DE METAL!
-Creo que no te vendría mal aprender a ser más modesta.
-Y a ti no te vendría mal saber con quién te estás metiendo.
-¿Es una amenaza?
-Hum. Si te estuviera amenazando no te haría falta preguntarlo -respondí con suficiencia.
-Quién diría que tenemos algo en común... Yo también amenazo de frente: O tocas el triángulo, o te quedas después de clases -dijo poniendo su cara a un escaso centímetro de la mía.
-Tsk. ¡Qué castigo más original! ¿No se te ha ocurrido pensar que puedes ser más creativo?
-Mira Neko, si por mí fuera limpiabas toda la fachada del colegio con la lengua, pero por alguna estúpida razón eso sería acoso escolar. Así que, si no quieres que te suspenda música, siéntate, cállate y asiente. ¿De acuerdo? -gruñó, a lo que yo respondí con otro gruñido. No estaba dispuesta a que me suspendieran música. No era mi culpa que el profesor fuera un inepto.
-¿Qué has dicho? -preguntó con la mano sobre la oreja en un gesto de escucha.
Como respuesta sólo cogí el condenado triángulo, le di un golpe con la varilla y me senté.
-Buena chica.
Sopesé mis opciones:
1-Meterle la varilla por el culo.
2-Meterle el triángulo por el culo.
3-Callarme, tragarme mi orgullo y aprobar música.
… Me costó un rato decidirme, pero luego me di cuenta de que ni muerta iba a tocar el orto de ese tío. Así que cerré los ojos e intenté calmarme hasta que todos se sentaron.


-¿Todos tenéis vuestro instrumento? -preguntó Illium.
-¡Síííííiííí! -respondieron obedientemente.
-¿Neko? -levanté la cabeza-. No te he oído -dijo elevando la comisura de sus labios.
-Grrrrrrr..... -cogí el triángulo y le di un golpe- ¿Contento? -pregunté rozando mi límite.
-Mucho -respondió con una sonrisa-. Bien, ahora, en orden iréis tocando para que pueda ver cómo vais de avanzados. Empecemos por orden de lista. Ayukawa-kun, tú primero -le dijo a un chico que se sentaba en el otro extremo de la clase. Había elegido una trompeta y... por Dios.... ¡NI SIQUIERA SABÍA COGERLA BIEN!
-Sí... -susurró poniéndose de pie y... haciendo que la trompeta se convirtiera en un instrumento chirriante y desagradable. ¿Cómo se podía sacar tal sonido de un instrumento? Prefería oír mil veces hablar a Illium que a ese chico tocando la trompeta... bueno quizás eso sea demasiado, no querría escuchar la insoportable voz de ese simio ni un minuto más.
Cuando acabó la tortura de la trompeta, empezó la del fagot. Le siguió el contrabajo, la flauta, el saxofón, la guitarra, el piano, la trompa... ¡AQUELLO IBA A ACABAR CONMIGO! Cada vez que alguno empezaba a tocar, parecía que el instrumento estuviera sufriendo, gritando, rogándome que le salvara de producir tan terrible sonido. Pero no, yo no podía hacer nada porque estaba bajo “arresto” en mi pupitre. Si me movía, me suspendería, lo sabía, esa era la única razón por la que aún seguía en mi sitio.
-Neko, te toca -cuando me llegó mi turno, pasé de que me llamara “Neko”, sino que lo que más me desconcertó fue que me pidiese que tocara el triángulo... ¿Qué quería que le tocase? ¿“Llega la Navidad”?
-¿Es coña? -pregunté incrédula y malhumorada.
-Oh no, por favor. Deléitanos con tu música -dijo mientras se apoyaba en una mesa y se cruzaba de brazos, expectante.
Una bombilla se encendió en mi cabeza.
-¿Quieres que toque?
-Sí.
-¿De verdad?
-Sí...
-Hum... -en ningún momento me había dicho que tocara el triángulo... ¿verdad?
Me levanté, le quité la viola a la niñata que me lo había arrebatado, y haciendo caso omiso de las palabras de Illium para que parase, comencé a tocar. Mis dedos no tenían rumbo, mi mente había dejado el cuerpo, y mi alma sólo se concentraba en transmitir cada pensamiento, cada emoción a la viola a través de mis manos. Hermoso. Tan cándido y armonioso como el nacimiento el sonido.
Aquella sensación de libertad, de calidez y felicidad, sólo podía darla la música. La viola. Mi viola.
Pero alguien rompió aquel sentimiento de magia, cuando sentí cómo me arrebataba el instrumento de las manos y me devolvía al mundo real, donde no puedo expresarme sin que una norma me lo impida, donde debo seguir las reglas de un analfabeto que dice amar la música cuando en realidad todo lo que hace es esconderla.
-Te espero después de clases -musitó cruelmente en mis oídos.

Una vez más: me habían castigado por crear belleza.
Algún día se las devolvería. Todas juntas.

Fin POV de Catherina.


POV de Alois.

Había tenido suerte con Soubi. Si no los llego a encontrar, sólo Dios sabe lo que habría pasado. Pero estaba seguro de que no podría seguir así para siempre. Tarde o temprano acabarían dándome esquinazo y Soubi ensuciaría el puro y limpio lienzo que es mi querido Ciel.
Debía pensar rápido, antes de que las cosas fueran a mayor. … ¿Y si les pusiera un micro? No, se notaría demasiado. … ¿Una cámara? Ridículo. … ¿Chip de localización? Tsk. En cuanto no hubiese cobertura se iría la señal. Tenía que haber algo con lo que poder vigilarles... ¿Podría contratar a alguien? No, Soubi es demasiado listo, se daría cuenta en seguida... ¡AAAAHHH! ¡Tenía que haber alguna maldita cosa que pudiera hacer para que esos dos no …!

-¡Hola! -¿pero quién coño...? Ah,... el chico raro. ¿Guille? Como se llamara.
-... -giré la cabeza ignorándole.
-¡Eh, no seas así! -dijo tocándome el hombro, a lo que yo respondí con un gruñido y una fría mirada.
-Ehh.... v-vale... -tartamudeó él. Se dio la vuelta y se fue.
Creía que había logrado recuperar la calma perdida, pero NO. Aquel idiota volvió y, sin yo decirle nada, se sentó a mi lado.
-¿Por qué te vas para volver después? -pregunté enfadado. Como toda respuesta él me mostró dos latas de zumo, una de naranja y la otra de fresa.
-¿Cuál prefieres? -preguntó con una estúpida expresión de felicidad.
-No me gusta la naranja -un poco desconcertado, me dio la de fresa.
-Tú eras Alois, ¿verdad? -dijo cuando pegó un trago de su zumo.
-¿Lo dudas? -pregunté ofendido.
-Jejeje... no es eso. Es que soy malo para los nombres.
-No me extraña... con el que tienes tú cualquiera querría olvidarlo -musité mirando a otro lado.
-¿Qué? -preguntó inocente.
-Nada -pero al poco rato de estar sentados me di cuenta de una cosa:- ¿Por qué sigues a mi lado?
-U-um... bueno... te había traído un zumo y... creía que...
-Creías mal. Así que ya te estás yendo.
-¿... Por qué? -preguntó confuso.
-Porque las manchas de fresa no se quitan bien, así que deberías irte a lavártelas cuánto antes.
-¿...Qué mancha....? -hum. Me encanta cuando pican.
-Esta -dije mientras vertía lo que me quedaba de zumo en sus pantalones.
La cara de asombro del chico fue desorbitante y la mía... bueno, la mía más de diversión que de otra cosa.
En dos segundos “Guille” ya estaba corriendo hacia las fuentes para lavarse, mientras yo reía a carcajada limpia, dejándome tranquilo, a gusto y perversamente alegre, quedándome la única preocupación de: cómo evitar que Soubi corrompiese a Ciel.