miércoles, 3 de octubre de 2012

Capítulo 16: Mereció la pena.

POV de Catherina.

 Miradas. Cientos de ojos. Y todos sobre mí. Todos atentos a cada uno de mis movimientos, de mis posibles fallos, a algún error que demostrara que se podía ser torpe con aquel peinado, pero era imposible. Cada persona envidiaba y deseaba mi pelo, todos querían ser como yo en aquel momento. Y eso me gustaba. He de admitir que la chiquilla del pelo rosa hizo un buen trabajo, uno de los mejores que he visto, por eso no me importaba que miraran mi pelo y no a mí. Porque sólo la satisfacción de saber que a todas las chicas les cabreaba verme tan fabulosa era suficiente para sacarme una sonrisa. Pero bien poco me importaban todas aquellas pijas repelentes, lo que más me apetecía en ese momento era ver la cara que se le quedaría a Illium cuando me viera con tan perfecta apariencia. ¿Sorpresa? ¿Arrepentimiento? ¿Aturdimiento? Imposible saberlo pero ansiosa por descubrirlo. Y, mira tú qué causalidad: mi primera clase era música.

 -Bien chicos, ir sentándoos en vuestros sitios e ir sacando... -pero se interrumpió en cuanto me miró. Inexpresividad total... Bueno, no era lo que me esperaba pero no estaba nada mal.
-¿Pasa algo, “pro-fe-sor”? -dije la última palabra separando las sílabas con el tono más sarcástico con el que fui capaz.
-... ¿Qué llevas en el pelo? -preguntó mirándolo con atención.
-¿Mh? No sé a qué te refieres -dije quitándole importancia pero saltando de satisfacción por dentro.
-Pues yo sí -y acto seguido se acercó a mí, dejó sus cosas encima de mi mesa y con las dos manos, me empezó a revolver todo el pelo, deshaciendo el costoso y delicado trabajo de la chica de la trenza rosa. Quitando las orquillas, soltando la flor y tirando de todos y cada uno de mis pelos, haciendo que el homicidio me pareciera de lo más normal.
-¿¡PERO QUÉ COÑO HACES?! -grité enfurecida empujándole.
-Arreglar el estropicio que tenías en eso que te adorna la cabeza hueca. ¿No es obvio? -respondió burlón.
-¡Maldito desgraciado!¡No puedes hacer eso!
-En realidad puedo, de hecho, lo acabo de hacer -dijo dándome la espalda.
-¡Eh!¡Mírame cuando te esté hablando! -repliqué tirándole del hombro.
-Para lo que tengo que ver, prefiero que me saquen los ojos.
-Habló el que se cayó al nacer y se dio con el pico de la cama.
-No soy yo el que tiene problemas de bipolaridad -contestó más cerca de mí.
-Oh, discúlpeme, señor monótono. Al parecer lo único que cuenta para ti es ser perfecto ¿no? -dije imitando su gesto y acercándome más a él.
-No hace falta ser perfecto, con no ser tú me sobra.
-¡PERO SERÁS... ! Lo último que recuerdo es estar encima de Illium intentando tirarle de su cabello azulado y escuchando las palabras: castigada después de clase.

Mereció la pena.

POV de Momo.
 Cuatro días. CUATRO DÍAS SIN SIQUIERA MASTURBARME... No pensé que sería tan duro conseguir al amor de tu vida. Comenzaba a saber lo que era el síndrome de abstinencia, a necesitar desesperadamente sentir la piel de otro ser sobre la mía, deslizándose y frotándose, creando la fricción adictiva del sexo. Empezaba a pensar que no lo lograría, que la gente normal no podía estar más de dos días sin relaciones sexuales, que era todo una broma de Takashi, pero al poco tiempo me di cuenta de que si realmente quería hacerlo con él debía aguantarme, soportar todo ésto y superarlo porque, al fin y al cabo, la recompensa sería mejor que la espera.
 …
¿No?


 POV de Takashi.

Demasiado tiempo esperando por él, ansiando su calor y su tacto, tanto, que se me había olvidado que existiera la posibilidad de conseguir hacerlo mío. Ahora que tenía esa opción, los últimos años me parecían inútiles e innecesarios, sobretodo la parte del autocontrol.
Todas aquellas veces en las que Momo se me insinuaba y provocaba, en las que tenía que aparentar indiferencia... nunca pensé que llegaría el día en que esos flirteos fueran reales, en los que no tendría que sentirme sucio por sucumbir a ellos, en que caer a sus pies no me haría igual que al resto de desgraciados que perseguían su cuerpo.
Pero aunque sabía que ya me había ganado el derecho a llamarme su amante, en lo más profundo de mi ser seguía con el temor de que pudiera ser todo una broma, de que Momo podría estar burlándose de mí, de que mis ilusiones no fueran válidas.
Pero el temor a ser dejado era aún mayor cada vez que le veía sonreír, con esa estúpida sonrisa que le hacía ver tan adorable; cada vez que se quejaba, mostrándome que en realidad aún era un niño; cada vez que se quedaba dormido en clase, asemejándose al más puro de los ángeles, cuando en realidad podría ser el hijo del pecado.
Impuse esa prueba de castidad para comprobar si era sólo una broma, el verdadero Momo no habría aguantado menos de dos horas sin tocamientos. Si de verdad aguantaba los diez días, consideraría el hecho de mostrar mis sentimientos. Aunque la única verdad era que sólo de pensar en que en tan sólo seis días podría tener a Momo entre mis brazos, era suficiente para excitarme.

 -¡Hola! -una cantarina voz interrumpió mis pensamientos. Al girarme contemplé a la chica de pelo rosado.
-Hola -respondí con una cordial sonrisa-. ¿En qué clase te ha tocado?
-Estoy en la A -contestó con una sonrisa.
-... ¿En la clase A? También es la mía, pero no te he visto... -cuestioné dubitativo.
-¿Estás en la 3-A? Vaya, yo tampoco te he visto antes... -musitó como si intentara hacer memoria.
-¿¡3-A!? ¿¡TIENES DOS AÑOS MÁS QUE YO!? -exclamé impresionado.
-Sí, jeje. Pensé que ya lo sabías. ... Entonces... ¿tú estás en primero? ...Eres muy alto para ser tan joven, ¿no te lo han dicho nunca? - “¿Y a ti no te han dicho nunca que eres extremadamente pequeña para tener la edad que tienes?”
-Sí, alguna vez lo han mencionado -respondí con una sonrisa tranquila.
-¡Ohh! Qué mono. ¿Sabes que tienes una sonrisa muy bonita? -me alagó la chica. Este comentario me extrañó, y me preocupó que pudiera estar malentendiendo las cosas, pero en cuanto le miré a los ojos, supe que no lo decía con ninguna segunda intención.
-Gracias, eres muy amable. Si me permites, tienes unos ojos preciosos. Muy brillantes y expresivos -nunca supe si mi comentario fue acertado o no, pues en ese mismo instante, mi brazo fue rodeado por unos ajenos.
-Takashi, creo que tenemos que irnos ya -dijo (casi ordenó) la dulce y enfurruñada voz de Momo.
-¿Tú crees? Tan sólo son y cinco -pero tras recibir una mirada asesina, supe que no era tiempo para bromas.
-Sí, lo creo.
-Entonces supongo que nos vamos ya. Adiós.... eh....
-Ojigagua. Aunque puedes llamarme Mesu -me ayudó la chica.
-De acuerdo Mesu-sempai.
 -¡Adiós Takashi! ¡Y adiós a ti también Momo-chan! -se despidió la chica sin saber que con esas mismas palabras le acababa de declarar inconscientemente la guerra a mi amada lapa.
-¿Me sueltas ya o piensas seguir así todo el día? -pregunté inexpresivo deshaciendo el agarre de mi brazo recibiendo un mohín como respuesta.
-Deja de hacer el tonto, tenemos que ir a clase ¿no? -continué mientras me encaminaba al siguiente aula, pero al no escuchar pasos detrás de mí me extrañé, y descubrí a un Momo cabizbajo plantado en el mismo lugar en el que le había dejado.
-¿Qué pasa? -pregunté sin obtener respuesta.- Deja de hacer el tonto, vamos a llegar tarde de verdad -dije acercándome perdiendo la poca paciencia que me quedaba. Pero cuando lo vi más de cerca, observé como sus ojos llorosos intentaban contener las lágrimas, frunciendo el ceño y mordiéndose los labios para evitar que ninguna de aquellas gotas rodara por su mejilla.
-¿...Momo? -mi voz pareció sacarlo de sus pensamientos, y levantando la cabeza, esbozó una estúpida y despreocupada sonrisa.
-¿Si? Perdón, estaba pensando en otra cosa -dijo bajando inmediatamente la cabeza para ocultar sus lágrimas sin éxito-. Vamos, llegamos tarde -continuó cogiendo el camino que antes había trazado yo.
 Pero él no podía engañarme tan fácilmente.
-¿Qué pasa? -pregunté cogiéndole del brazo y volteándolo, provocando que a sus ojos les costara más mantenerse secos.
-N-nada, no me pasa... -una lágrima-... n-na... -dos lágrimas-...da -tres.

Tres lágrimas, como tres puñales en mi pecho, desgarrando con la tristeza de su portador.
Podía esperar por él aún sabiendo que ya era mío, pero no podía verle sufrir en silencio. Era mío, y nadie podía dañar lo que era mío, ni siquiera yo mismo.
Olvidando los horarios, el autocontrol y la falsa fachada de indiferencia que cubría mi rostro cuando él estaba cerca, le agarré de la corbata y tiré de ella hasta que nuestras bocas se unieron.
Momo reprimió un jadeo de sorpresa contra mis labios, mirándome con ojos confusos, aún húmedos pero limpios de tristeza. Cuando comprendió lo que estaba pasando, selló sus párpados y se agarró a mi cuello con desesperación, mientras yo pasaba una mano por su cintura para elevarlo y tirar más de la corbata.
Mordí su labio inferior pidiendo permiso, que me fue concedido inmediatamente y entonces hundí mi lengua en el interior de su boca, despertando su deseo y su primitiva naturaleza animal. Presioné más su cintura, aproximándolo más a mí y enzarzando nuestras lenguas en una pelea por el control del beso, pelea que terminó pronto, declarándome como el vencedor y a él en el sumiso obediente que gimoteaba, sollozaba y rogaba por mi atención. Succioné su lengua mientras la mordía y la lamía, incitándola a atravesar el umbral de nuestros labios y a recorrer mi cavidad bucal.
Cuando comenzó a hiperventilar por la falta de aire, deshice el contacto dejando nuestras bocas unidas únicamente por un fino y transparente hilo de saliva.
Se apoyó en mi pecho agarrándose a mi jersey como si le costara mantenerse en pie, intentando volver a regular su respiración y controlar su ya avanzada erección.

 -¿Ya estás así? -pregunté molestando su parte íntima con mi rodilla.
-¡Ah!... es tu culpa... -musitó escondiendo la cabeza en mi hombro, haciendo lo que más acostumbrado estaba a hacer: seducir. Hundió sus dientes en mi cuello, succionando y lamiendo cada porción de piel que encontraba y recorriendo con las manos toda mi espalda, acariciándola y pidiendo por más. Él era Momo, era mi Momo, acostumbrado a provocar a las personas, a que la gente sucumbiera a sus encantos sin oponer resistencia. Pero yo llevaba aguantando sus provocaciones durante demasiados años como para que me afectaran ahora.
Le separé de mí y lo llevé hasta una clase vacía, cerré por dentro y lo senté en una mesa.

-Ahora me vas a explicar qué demonios te pasaba antes -al oír estas palabras, olvidó completamente el deseo carnal que oprimía su entrepierna-. Como no lo hagas te dejaré sin sexo durante seis meses -ante esto me miró horrorizado-. Sabes que lo haré.
Se lo pensó un momento, pero después habló.
-Yo para ti... realmente no soy nadie especial -dijo con la cabeza gacha.
-¿Qué demonios significa eso? -pregunté confuso y ligeramente ofendido.
-A mí... nunca me abrazas... ni me dices cosas bonitas. Ni siquiera me sonríes. Sólo me regañas y me dices que soy un ramero sin remedio. Y aunque tienes toda la razón... hip... creía que a pesar de todo eso podrías quererme pero...... ¡ya veo que incluso la chica nueva te importa más que yo! -ahora lloraba desconsoladamente ocultándose la cara con las manos y jadeando sin parar.
-Eh, eh. ¿de dónde has sacado todo eso?
-¡De ti mismo! -gritó levantando la cabeza-. Nunca me tomas en serio cuando te digo que te quiero, ya no sé que hacer para que me creas. Nunca me tocas y si lo haces es porque no paro de perseguirte. Prestas más atención a los demás que a mí, y eres amable con todos excepto conmigo.... Pensé que algún día me dirías... que mi amor era correspondido...

Estúpido. Tan rematadamente estúpido que llegué a dudar si podía existir alguien tan lindo en el mundo. Con su medio puchero, los ojos brillantes y tristes y las manos nerviosas retorciendo y arrugando el extremo de su camisa. Era tan endemoniadamente adorable que las ganas irracionales de abrazarle y no soltarle nunca controlaron mi mente.
 Le estreché entre mis brazos, hundiendo su cabeza en mi hombro y la mía en el ajeno, pues mi felicidad al escucharle decir que sentía celos de las demás personas por el simple hecho de hablar con ellas, me hacía extremadamente dichoso, sabiendo que era mío, que podía estar tranquilo. Él era mío.

 -¿...Takashi? -preguntó extrañado.
-Idiota -respondí estrechándolo aún más en mis brazos, intentando que con eso se olvidara de las estupideces que acababa de decir.
-Takashi...

POV de Momo.
 
-Takashi... -estaba conmocionado. Nunca había visto así a Takashi, y saber que era la primera persona con la que se mostraba de esa manera me hizo sentirme en el séptimo cielo. Pero tuve otra complicación... Sentir su aliento en mi cuello, sus brazos en mi cintura, su pecho tan cerca y su cuello tan desprotegido, me hizo encenderme nuevamente, a pesar de que estábamos en un momento tan “dramático”.

 -Hum -soltó Takashi-. Ya veo que Momo nunca dejará de ser Momo -dijo molestando mi entrepierna.
-¡Ah!Takashi... aquí...¡Ah! -gemí sin darme cuenta en respuesta a las insistentes caricias que cubrían mi endurecido miembro.
-Creo que he sido muy duro contigo. No puedo ponerte un reto tan duro la primera vez -decía mientras ejercía aún más presión-. Porque sé que no lo aguantarás... -susurró en mi oído-... y yo tampoco...

Entonces mordió mi sensible lóbulo, provocando que mis gemidos llenaran la habitación y despertaran sin yo saberlo una erección en Takashi, que siguió lamiendo y torturando mi oído, sin saber siquiera que había encontrado la parte más receptiva y erótica de mi cuerpo.

 -T-takashi, para...¡Ahhh!... por favor....nnh... no lo...mmh...toques … ¡más! -“¡para, para, para, para pero no te detengas!” pedía mi mente.

 Quería que me dejara en paz pero sabía que cada vez que abriera la boca, ésta dejaría escapar nuevamente los gemidos que se formaban en mi garganta.

-¿Por qué debería? -dijo hincando esta vez los dientes en mi cuello, succionando y saboreando mi carne de una manera que sabría después dejaría marca- Mírate, parece que te vayas a desmayar de un momento a otro.

No necesitaba que me lo dijera para saberlo; sentía mis huesos desfallecer, mis músculos se habían convertido en gelatina y la única parte que parecía seguir con fuerzas en mi cuerpo era mi intimidad, que se levantaba orgullosa contra la tela de mi pantalón.
Entonces levanté la vista, y la vergüenza desgarró mis entrañas, al observar como la mirada posesiva, lujuriosa y depredadora de Takashi recorría mi cuerpo, marcando mentalmente el recorrido que seguirían sus acciones sobre mi piel, incitándola a perderse en el placer.
Esperaba, pero no pasaba nada. Le esperaba, pero no hacía nada. Y de la espera comencé a ponerme nervioso y cada vez más avergonzado, como si fuera un virgen en su primera vez, y eso me molestaba.
Le miré rogando con los ojos, pero al ver que éstos únicamente me devoraban con deseo, comencé a sentir un nudo en el estómago.
No me estaba tocando, pero su mirada cada vez me provocaba más y más, e hizo que mis ojos se humedecieran de nuevo por los nervios, la espera contenida y el deseo que hormigueaba en mi vientre.

Takashi, TÓCAME YA.

 -T-takashi... ¿q-qué pasa...? -pregunté con una voz mucho más débil que de costumbre, haciendo que una sonrisa cruel se dibujara en su rostro.
-Llevo tanto tiempo esperando ésto que estoy pensando la mejor manera de poder “comerte” -estas palabras hicieron que un sonrojo cubriera no solo mi cara, sino todo mi cuerpo.
-Y al parecer -dijo poniendo su cara al nivel de la mía-, te encanta que te mire, ¿no es así, pequeño lujurioso? -y como toque final, perfiló el contorno de mi oreja con su lengua, raspando levemente con sus dientes la piel sensible y caliente en la que se había convertido mi cuerpo entero. Separó ligeramente su cabeza, lo suficiente como para que nuestros labios se encontraran a escasos centímetros de rozarse. Agarró mi mentón con su mano, haciendo que esos centímetros cada vez fueran menos, y cada vez menos, hasta que...

 RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING

 Nos separó la estúpida y ridícula campana que indicaba el principio de la siguiente clase. Conocía a Takashi, no llegaría tarde, lo que significaba que ahora tendría que irme corriendo al baño y aliviarme yo solo para después volver a clase.
Cabizbajo y apenado, me separé de él con una sonrisa triste en los labios, con el único pensamiento en mente de si alguna vez podría perderme de verdad en su cuerpo. Me levanté del pupitre en el que me había sentado Takashi y me dirigí a la puerta, pero cuando mi mano estaba a escasos milímetros de la puerta, otra mano me detuvo por detrás.

 -¿Q-qué...? -pero mis labios fueron silenciados por otros suaves y cálidos, y mi lengua atrapada en otra ajena que la degustaba lenta y ferozmente en un beso tan intenso que hizo que finos hilos de saliva se escurrieran por mi barbilla. Paralizado por el placer, no me di cuenta de que mi cuerpo había sido atrapado contra la pared, de una manera brusca pero nada dolorosa.
-¿De verdad crees que voy a dejar que te vayas después de encenderme de esta manera? -musitó contra mis labios con una voz seria y ronca.
-P-pero... la clase... ¡Ah! -solté al sentir como una de sus manos volvía a colarse por mi camisa, acariciando la longitud de mi pecho con parsimonia, provocándonos nuevamente a los dos- Llegarás tarde... Ah...
-Tsk. ¿Crees que eso me importa ahora? -musitó divertido y demandante contra mi oído, colando una mano por mi pantalón en una caricia tortuosa y placentera que me hizo gemir como una maldita e inexperta virgen.
-¡AAH! ¡Ah! ¡Takashi! -grité aferrándome a su cuello hundiendo la cabeza en el hueco de su hombro, incitando la desnuda piel con besos y saliva, degustándolo con una pasión animal y necesitada.
-Hn... Momo... -gruñó en mi cuello, a la vez que detuvo sus caricias en mi entrepierna recibiendo un quejido por mi parte pero que rápidamente fue sustituido por un gemido, pues esta vez su mano se encontraba en contacto directo con mi miembro, por dentro de los calzoncillos ahora húmedos por la excitación contenida.  

“Ya está bien de hacerte el virgen, ataca. Por Dios.... ¡Eres Momo Kobayashi! Nunca reaccionarías así ante tan poca estimulación.” Me gritó algún lugar de mi mente.

Pero.... es que..... es Takashi.... Takashi me está tocando, por voluntad propia y además, está tan excitado como yo ¿cómo no voy a ponerme así? Respondí a la nada de mi cabeza.  

“Precisamente porque es él, demuéstrale lo que se ha estado perdiendo todos estos años.”

Aquella vocecilla en mi cabeza tenía razón. Llevaba años sustituyendo la cara de mis amantes por la de Takashi, y ahora era mi oportunidad, le demostraría lo que era capaz de hacer.

 Olvidando la vergüenza y los nervios que me producían los ojos de Takashi, le agarré de la nuca y con un movimiento brusco, fundí nuestras bocas en una nueva pelea de pasión y fuego, solo que esta vez, yo era más consciente de lo que hacía. Aprovechando su desconcierto por mi acción, colé mi otra mano por su pantalón, hasta llegar a su miembro, con lo que solté un ligero suspiro por la sorpresa de que Takashi ya estuviera tan duro, mojado y, en resumen, excitado. Pero esto no me detuvo, al contrario, sino que me encendió aún más, ordenando a mi mente que cerrase mi mano en torno a ese trozo de carne que tantas noches me había hecho jadear en sueños, comenzando un vaivén automático que se acompasó al suyo.
 Me separé inconscientemente de su boca, pues el aire empezaba a ser vital, pero como protesta, Takashi hincó los dientes en mi mejilla, recordando el mordisco que me había dado tiempo atrás como advertencia, excitándome aún más de lo que ya estaba (si es que eso era posible) y provocándome que quisiera devolverle la excitación a él también. Así que recordé lo que semanas antes me había dicho Yumiko-chan:  

“Aún recuerdo lo cachondo que se ponía Takashi cuando le mordía el cuello, y si te digo la verdad, era lo que más le ponía del mundo, ¿te lo puedes creer?”

Sonreí interiormente.
 Abrí los ojos (si saber en qué momento los había cerrado) y localicé mi objetivo: el cuello sudoroso y ruborizado de Takashi, se abría para mis ojos y, sin dudarlo, acerqué mi boca a él, dejando escapar un suspiro justo sobre la piel antes de realizar mi movimiento, causando un pequeño temblor en Takashi.

-Momo.... ¿qué vas a...? -preguntó un poco temeroso, pues al parecer había adivinado mis intenciones, y sin darle tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo, posé mis labios sobre la caliente y exuberante carne que cubría el cuello de mi pareja, causando que un sonoro y placentero gruñido saliese de la boca de Takashi, haciendo que la piel debajo de mis labios vibrara ligeramente. Yo, sin intención de detenerme, añadí la lengua y los dientes a ese pasional beso, devorando por completo los tendones que se marcaban en su cuello, mordisqueándolos y lamiéndolos como si de dulces se trataran, intentando exprimir al máximo su sabor. Pues Takashi olía a serenidad y picardía, pero sabía a pasión y lujuria, a un deseo animal que se extendía por mi cuerpo con cada lametón que le proporcionaba, moldándome más a su cuerpo.

De pronto tuve un pequeño temor que me fue afirmado en cuanto presté más atención a mi parte baja: estaba a punto de venirme. Y a juzgar por el estado de Takashi, él también.

-T-takashi... ¡Ah!-musité muy a mi pesar, pues tuve que separarme de su cuello-... me...haaa.... me voy a venir ya....
-Hnn... Yo también -susurró girando su cabeza y mirándome a los ojos. Pero acto seguido me arrepentí de que lo hiciera, pues solo con observar la manera en que su rostro se ruborizaba, sus ojos me atravesaban, sus labios me incitaban y su expresión en general, representaba el más puro estado del éxtasis, fueron suficientes para que llegara al clímax.

-¡Aaaaaahh....! -gemí, pero Takashi silenció el resto del jadeo con sus propios labios, para que él fuese el único que pudiera escucharlo. Segundos después, sentí cómo ahogaba un gruñido en su garganta y mi mano se humedecía considerablemente.

Liberado de un orgasmo de tales magnitudes, perdí las fuerzas, y casi me derrumbé en sus brazos, obligándonos a ponernos de rodillas, regulando nuestra respiración y recuperándonos de tantas sensaciones juntas. Inconscientemente hundí mi cara en su cuello, dejándola allí, inspirando su aroma hasta que sentí una pequeña risa en mi oído.

-¿Takashi? ¿De qué te ríes? -pregunté temeroso de que se hubiera burlado de mí. -No es nada -respondió con su habitual tono sereno.
-No, dímelo -demandé como un niño pequeño, a lo que este respondió con otra pequeña risa.
- ¡Takashi!
-Está bien -dijo mirándome directamente a los ojos, causándome un pequeño escalofrío (tantos años buscando esa mirada, sin saber lo electrizante que podía llegar a ser).
-Sólo pensaba -continuó-, en que Momo, realmente, siempre seguirá siendo Momo.
-¿¡Qué quieres decir con eso?! -pregunté ruborizado pero enfadado, mientras él rompía a carcajadas.


 POV de Takashi.
Aquello era cierto. Momo nunca dejaría de ser Momo, y aquello me ponía extremadamente feliz. Además, hacía mucho tiempo que no recordaba la última vez que la simple voz de mi pareja me había hecho sonreír. Tanto era eso, que me hacía preguntarme si únicamente Momo había sido capaz de hacerlo, el mismo adorable ramero que en esos mismos instantes se acurrucaba contra mi pecho con un puchero en los labios y una sonrisa en la mirada, la misma sonrisa que oprimía ahora mi corazón.

Haberle admitido en mi vida realmente mereció la pena.
Y nunca dejaría de merecerla.

miércoles, 18 de abril de 2012

Capítulo 15: Reencuentros.

POV de Shinichi


Mi amor fraternal me dividía en dos: o apoyaba a Ciel en su relación con mi mejor amigo, o me enfrentaba a mi mejor amigo y a mi hermano para protegerlo de que no le volvieran a hacer daño.
Ciel era inocente, frágil e ingenuo, y aunque era cierto que últimamente estaba más despierto que de costumbre (seguramente por la influencia de Alois), me seguía preocupando el hecho de que saliera con alguien, y más con Soubi. Sé perfectamente la fama que tiene mi mejor amigo, y no es precisamente buena, así que no podía evitar preguntarme a todo momento si estaba bien que les dejase salir juntos. Además, Soubi ya no estaba tanto conmigo, ahora se pasaba el día pensando, hablando y estando con Ciel (hecho que me preocupaba más todavía), así que no podía controlarle como me gustaría.
“Si quieres a alguien, déjale volar” Ese era el problema, que yo no estaba seguro de que Ciel supiese volar todavía. Puede que fuese demasiado sobreprotector, pero me daba igual, sobretodo cuando Soubi desaparecía para encontrarse con Ciel. En esos momentos estaba con los nervios a flor de piel.
Incluso cuando estábamos todos juntos y veía que no estaban haciendo nada, simplemente formando parte de la conversación, uno al lado del otro, me ponía nervioso pensar que Ciel acabaría sufriendo.
Recuerdo un día, estábamos todos en círculo en la puerta principal, hablando de cosas triviales antes de que empezaran las clases.

-¿¡Quééééééééé?! ¿¡Que la respuesta de la pregunta siete era -1?! -le gritó Momo a Takashi.
-Te dije que estudiaras más -le replicó este.
-Bueno, si el resultado no es muy diferente y lo has planteado bien quizás te puntúe algo -le animó Ciel con una mirada compasiva:- ¿Cuánto te daba a ti?
-... 56 -musitó.
-¡WUAJAJAJAJA!¡Pero que burro! -gritó Alois con una carcajada.
-¡Alois! -le recriminó Ciel.
-Hombre, la verdad que un poco burro sí que es -dijo Guille rascándose la cabeza.
-Tú calla “fresita” -le hizo callar Alois con un tono tajante.
-¿”Fresita”? -pregunté extrañado.
-Mejor no preguntes -me respondió Guille con una nube de vergüenza sobre la frente.
-¡AUH! -gritó de repente Alois. Cuando nos giramos le encontramos de cuclillas con las manos sobre la cabeza y su hermana detrás de él, con un puño levantado y expresión triunfal.
-¿¡Y eso a qué viene!? -le exigió a Catherina.
-Te advertí de que como volvieras a insultar a Momo pagarías las consecuencias -le respondió ésta con una voz gutural.
-¡Pero si lo he hecho hace media hora!
-Oye, ten consideración. Mi radar me avisa de que le están haciendo daño a Momo, pero no me dice dónde. Me ha tocado buscaros -se excusó con una expresión de resignación.
-¿Radar? -preguntó Takashi.
-Mi hermana se cree que puede percibir cuándo le hacen daño a Momo -pero como “castigo”, volvió a recibir otro golpe en la cabeza por parte de Catherina.
-Que te estés quieto niño -dijo ésta.
-Catherina... ¿es eso verdad? -preguntó Momo con los ojos llorosos y las manos sobre el pecho.
-.... ¡QUÉ MONO! -chilló Catherina antes de lanzarse contra él- Sí, sí, sí. Es cierto 100%.
-¡Oh! ¡Catherina! -correspondió Momo a su abrazo.
-Por favor, las lapas al mar -intervino Takashi separándolos.
-¡Eh tú! ¡Bichejo inmundo! ¡No te atrevas a tocar a Momo! -dijo Catherina.
-Sí Takashi, ¿por qué no puedo abrazarla? -preguntó Momo infantil.
Lo siguiente que hizo Takashi no lo entendí: se acercó al oído de Momo y le susurró unas palabras que sólo ellos dos pudieron oír. Acto seguido, las mejillas de Momo se asemejaron a dos manzanas, rojas y brillantes.
No entendí qué le podía haber dicho. Pero no le presté atención, estaba más interesado en observar cómo la mano de Soubi descansaba disimuladamente en la de Ciel, haciendo que un rubor se apoderara de la cara de mi hermano.
No es que me molestara, es que me preocupaba lo que Soubi le pudiera hacer a Ciel, era tan despistado...

-¡DEBO PEINAR ESE PELO! -se escuchó de repente.
Al girarnos descubrimos a una chica más o menos de la altura de Momo. Estaba de pie delante de nosotros, señalando con una mano a Catherina con los ojos brillantes y una expresión de ruego. Por su apariencia, no debía de tener más de 15 años. Tenía el pelo castaño rosáceo recogido en una trenza... exuberante. Un peinado realmente magnífico, he de reconocerlo: consistía en varias trenzas que salían de la raíz del cabello para, al llegar al cuello, juntarse en una mucho más grande. Ésta última descansaba en el hombro derecho de la chica, mientras que del lado izquierdo de la cabeza caía un pequeño mechón de pelo suelto que se ondulaba en una cascada de destellos.
Los ojos eran castaños oscuros, tenía una nariz pequeña y unos labios rosados de sonrisa fácil.
Ciel fue el primero en hablar.

-¡La chica de la peluquería!
-¿Qué hace ésta aquí? -preguntó Alois poniéndose al lado de Ciel. Sin duda ellos sabían quién era.
-¿ “La chica de la peluquería”? -pregunté.
-Sí. Cuando fuimos a... a cortarme el pelo, ella fue la chica que me atendió -respondió Ciel.
-¿Ella fue la que te dejó como estás ahora? -le dijo Soubi sin rodeos respecto al tema de su “cambio”.
-B-bueno, eh.... sí... -tartamudeó Ciel.
Acto seguido Soubi se acercó a la chica, le cogió la mano y le dijo muy serio:
-Muchísimas gracias por mostrar a Ciel tal como es.
-Oh... -dijo la chica desconcertada, pero de repente cambió totalmente de expresión a una alegre e infromal-. ¡Fue un placer! Sólo una pregunta.
-Dime -respondió Soubi soltándole la mano.
-¿Quién es Ciel? -preguntó con una sonrisa.
En aquel momento a más de uno se le cayó la cabeza por la despreocupación de la chica. Pero parecía optimista y enérgica, una chica sana, así que no pude retener una sonrisa de ternura.
-Ciel es éste, pedazo de amnésica -soltó Alois poniendo a Ciel delante de la chica de la trenza.
-¡OH! ¡EL NIÑO MONOSO! -exclamó abrazando a Ciel como si fuera un peluche.
-Pero ten cuidado niña, que no le dejas respirar -intervino Catherina tirando a Ciel hacia Soubi cual pelele de feria.
-¡TÚ! Déjame arreglarte el pelo -pidió la recién llegada cogiéndole las dos manos a Catherina.
-¿Ah? ¿Insinúas que mi pelo tiene algo de malo? -gruñó irradiando las palabras “zona peligrosa”. Toda persona que la veía hacer eso se acobardaba y se iba sin decir nada más, pero no sé si por estupidez o inocencia, la chica continuó hablando.
-Todo lo contrario. Hacía tiempo que no veía un pelo tan maravilloso. Necesito tocarlo, ¿me dejarías hacerte un recogido? ¡Porfaaa! -dijo con voz infantil y carita de pena. Estaba seguro de que Catherina no aceptaría, pero...
-Pelo maravilloso ¿eh? … Está bien, haz lo que quieras -pero si a Catherina le adulan el pelo hace todo lo que le pides.
-Je,je,je,je... Perfecto -susurró la chica olvidando aquella pose de niña frágil para pasar a un estado de seguridad absoluta con una perversa sonrisa- Siéntate aquí -le dijo la chica al mismo tiempo que le señalaba el muro que teníamos al lado.
Cuando Catherina se sentó, inmediatamente la extraña sacó de su bolsa un quit con todo tipo de objetos para el pelo: horquillas, pinzas, ganchos, flores, lazos, clips, peinetas, agujas,... A continuación tres tipos de cepillos diferentes y un producto líquido de color azul claro.
-Ahora necesito concentración por favor -nos pidió cuando se dio cuenta de que la estábamos mirando todos.
-Tranquila, nos mantendremos callados -le prometí con voz amable.
Como respuesta sonrió. A continuación, puso su atención en el pelo de Catherina.
Ninguno se dio cuenta del momento en el que empezó, ni siquiera yo, porque sus manos iban tan rápido que parecían simples borrones en el aire. Su expresión no cambiaba para nada, mantenía el ceño fruncido y los ojos fijos al frente, la única variación que se podía apreciar eran las expresiones satisfechas que ponía cada vez que su trabajo avanzaba.
El espectáculo comenzó a atraer a los curiosos que aún no habían entrado en clase, que se arremolinaron a nuestro alrededor para poder disfrutar de la maestría de esa chica misteriosa.

-¡Bueno! Esto ya está. Mmmmhh..... he de reconocer que no me ha quedado nada mal -dijo de pronto la chica levantándose mientras se tocaba la barbilla en gesto de aprobación.
-... ¿Me das un espejo o …? -preguntó impaciente Catherina. La chica inmediatamente sacó uno de su bolsa y se lo entregó, haciendo que una exclamación de sorpresa saliera de los labios de Catherina.

Realmente no era un peinado extraordinario, era un recogido muy común si lo mirabas de lejos, pero si lo mirabas de cerca, podías apreciar un trabajo impecable. El arreglo en sí consistía en una cola de caballo alta. Había peinado el flequillo de manera que su ojo derecho y la mayor parte de su frente quedara cubierta por mechones en forma de tupé, mientras que el resto del flequillo lo había ocultado discretamente detrás de la oreja izquierda con unas horquillas, pero para que no se vieran, las había tapado con un gancho que tenía el adorno de una flor con degradados en blanco y lila (a juego con el color de sus ojos), dando la impresión de que Catherina se había puesto una flor detrás de la oreja.
La coleta le caía elegantemente por el hombro izquierdo, creando contraste sobre sus orejas totalmente despejadas. No era un peinado que saldría en una revista de moda, sino uno que se haría una persona distinguida y con clase, uno que haría que la gente que pasara por su lado se girara para admirarlo.
¿Quién demonios era aquella chica y cómo era capaz de crear tal belleza con algo tan simple como lo es el pelo?
La curiosidad me estaba matando

-¿Crees que podrías peinarme todas las mañanas? -preguntó Catherina mirando todavía su reflejo.
-¿...Lo dices en serio? … ¡POR SUPUESTO! -gritó con los ojos iluminados.
-M..... ¿M-me podrías peinar a mi también? -dijo una voz del público.
-¡Sí! ¡Y a mí también! -gritó otra.
-¿Puedes trabajar con cabello masculino? -se oyó más atrás.
-¡EH! ¡QUE ESTA CHICA ES MÍA! -gritó Catherina con su habitual cara de “si lo tocas mueres”.
-El que quiera que le peine, tendrá que pasar por encima de mí -siguió diciendo. Entonces se volvió a la chica y le dijo:- Lo siento pero no he encontrado nunca a alguien que sepa domar mi pelo así que tú no te me escapas.
-Con poder tocarte el pelo lo que sea -contestó la chica no se si con una sonrisa de felicidad o de ingenuidad.
-Chicos, hace 5 minutos que teníamos que estar en clase -dijo de repente la voz de Takashi. Al decir esto, la masa de gente enseguida se disipó y nos quedamos solos.
-¿¡Qué!? ¡¿HACE 5 MINUTOS!? ¡Ahhhhhhhhhh! ¡No puedo llegar tarde! -gritó la chica misteriosa corriendo hacia as clases, pero Takashi la detuvo por el hombro y le dijo:
-Tranquila. He dicho eso para que nos dejaran en paz. Aún nos queda un cuarto de hora -dijo mientras sonreía.
Todos pensamos en lo mismo: manipulador. Pero a la chica pareció caerle bien, ya que simplemente sonrió.
-¡Gracias! Eres muy amable.
-Y también es mío -dijo Momo cogiendo a Takashi posesivamente del brazo.
-Momo... -susurró Takashi mientras el susodicho le dirigía una mirada furiosa a la chica nueva, pero lejos de intimidarla, la chica volvió a sonreír.
-Jeje, tranquilo. No voy a hacerle nada. … Mmmmhhh.... ¿Me dejarías peinarte a ti también alguna vez? -preguntó mirándole el pelo a Momo muy concentrada, y antes de que este pudiera responder, una cuarta persona intervino.
-Aléjate de Momo -dijo Catherina separando a Takashi de Momo-. Vamos -y dicho esto, arrastró a Momo hasta la puerta de su clase.

Ante tales comportamientos de buena mañana me puse de un humor excelente, pero de nuevo ese estado de animó se derrumbó cuando reparé en que la mano de Soubi seguía sobre la de Ciel.
Continuaba indeciso sobre si apoyarles o vigilarles.



De vuelta a casa me puse una ropa más cómoda hasta que llegara la hora de cenar. Unos simples vaqueros, una camiseta blanca básica de cuello de pico y una chaleco negro. Para matar el tiempo y no pensar en Ciel, Soubi ni en la chica nueva, me puse a ver la tele.

No sirvió para nada, pues nada más encenderla salió una noticia de que se aprobaba el matrimonio homosexual. En otra cadena hablaban de un pederasta que había violado a cinco niños, todos varones, de entre 10 y 15 años. Después salió un anuncio de preservativos. Y para colmo una mujer promocionando una nueva peluquería en el centro de la ciudad. Apagué el televisor.

Comencé a pensar que el destino me estaba mandando “sutiles” indirectas.
Cansado y estresado me fui a la cocina para tomarme un refresco, y al mirar por la ventana pude ver un camión de mudanzas en la casa de al lado. “No sabía que tendríamos nuevos vecinos” pensé. Pero no le di mucha importancia, seguramente ni siquiera les vería la cara.
Estuve así una rato, observando el ir y venir de las sombras de la ventana, seguramente de los nuevos propietarios que intentaban acomodarse, pero al cabo de un tiempo me empecé a aburrir, así que subí al estudio de mi padre para ver si le habían hecho otro encargo y si podría ayudarle de nuevo.
Cuando entré, me detuve en una fotografía. Obviamente era nueva, pues no la había visto hasta ahora, pero no era el estilo de mi padre, lo que me hizo pensar que debía de ser un regalo.
Era simple y seguramente hecha por un aficionado. La imagen mostraba un gato negro con las orejas blancas. Estaba tumbado en la calle y ni siquiera estaba bien enfocada. Sin duda alguna, aquella foto no era de mi padre.

El timbre me sacó de mis pensamientos. ¿Cuánto tiempo llevaría mirando esa fotografía? Bah, no importa.

-¿Sí? -al abrir me encontré con un chico más o menos de mi edad. Alto, con el pelo castaño claro, de color miel. Los ojos del mismo color. Se notaba que era una persona atlética y despreocupada, sobretodo por la expresión infantil que tenía.
-¡Hola! Siento molestar, pero nos estamos mudando aquí al lado -dijo señalando con el pulgar la casa del camión de mudanzas-. Mi madre me ha dicho que mirara si había algo en el buzón y, creo que el cartero se ha equivocado y nos ha dado una carta vuestra. Sólo venía a devolverla.
-Oh.... vaya, muchas gracias. Ha sido un detalle, no tenías por qué molestarte -contesté cogiendo la carta.
-Jeje, no ha sido nada -dijo sonriendo y rascándose la cabeza.

En aquel momento, un recuerdo me invadió.


FlashBack de Shinichi.

-¡Jajajajaja! ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando? -preguntó uno de los niños que estaban en círculo acorralándome.
-No será porque quieres esto, ¿verdad? -dijo otro sosteniendo en alto la cámara que me había comprado mi padre por mi cumpleaños.
-¡Parad! ¡Me la ha dado mi padre! -sollocé intentando cogerla, pero el chico se la pasó a otro, desorientándome y mareándome.
-¡Oh! El niñito está llorando. Bua, bua -se burló una tercera voz.
Desesperado y nervioso por si la cámara se caía al suelo, me arrodillé para rogar por ella.
-Por favor. Devolvédmela. No la rompáis -supliqué con lágrimas en los ojos.
-Bueno, bueno. ¿Pero qué tenemos aquí? -dijo de repente una voz detrás de mí. Al girarme encontré a Soubi, que tenía los puños apretados y les dirigía a todos con una mirada furiosa y desafiante.
-Mierda... es Soubi -musitó uno de ellos. Así era, Soubi causaba temor allá donde fuera. Para ser un niño, imponía mucho.
-Shinichi, ¿estás bien? -dijo tendiéndome una mano para que me levantara.
-Sí... gracias -dije secándome las lágrimas.
-O-oye... nosotros sólo estábamos jugando. Nunca le haríamos daño a Shinichi, ¿eh, Shinichi? -dijo el que pocos segundos atrás se estaba burlando de mí dándome un codazo en señal de complicidad.
-¿¡Cómo tienes la poca vergüenza de tocar a Shinichi?! -gritó una tercera persona que agarró del brazo al chaval y lo tumbó de una sola maniobra, haciendo que los demás huyeran dejando caer mi cámara. A los pocos segundos, el que había derrumbado el chico que me había protegido salió corriendo también gritando algo de que se lo diría a su madre, o vete tú a saber.
Entonces mi protector se acercó a mi cámara, que ahora yacía en el suelo seguramente rota.
-Shinichi. Lo siento. A pesar de que quería ayudarte, tu cámara se ha roto.
-No te preocupes, porque tú me has protegido. Eso ha sido un detalle más bonito -le dije sonriendo al chico sin rostro.
-Jeje, no ha sido nada.


Fin Flasback de Shinichi.


Entonces vi el rostro de aquel chiquillo. Aquel que nos acompañaba siempre a Soubi y a mí. Éramos los tres mejores amigos, y de nuevo, el chico que tantas veces me había ayudado, estaba en frente de mí.

-.... ¿Ike? -al llamarle por su nombre, el chico que tenía delante me miró muy serio y desconcertado.
-C-cómo sabes.... -entonces, se le iluminó la cara- ¿¡SHINICHI!?


Resulta que debido al trabajo de su madre, se habían mudado cuando apenas teníamos 10 años, pero después de un tiempo, Ike había decidido hacer la preparatoria en el mismo lugar en el que estaban sus amigos.
Dijo que al ver la persona a la que estaba dirigida al carta (mi madre), no se había dado cuenta de que era yo, pues mi madre había conservado su apellido por el trabajo, así pues, me confesó que podría haberme visto mil veces y no haberse dado cuenta. Pero Ike era así, siempre tan despistado.
Hablamos un par de horas hasta que su madre lo llamó para cenar y nos despedimos para más tarde saber, que acudiría a mi instituto.
Cuando llegaron mis padres y Ciel (que había pasado la tarde con Alois), me acordé de la carta, pero yo estaba de un humor excelente, pues reencontrarme con Ike había sido increíble. Habíamos sido muy íntimos de pequeños.

-¿Quién la manda? -preguntó mi madre al verme abrir la carta.
-La tía Ayuko.
-¡Oh! ¿Qué se cuenta mi hermana? -preguntó mi padre, que acababa de entrar en la cocina.
-Nos pregunta cómo estamos. Le manda saludos a mamá y... ¿le da las gracias por una receta de un pastel? Mamá, ¿desde cuándo cocinas? -pregunté intrigado.
-No es necesario saber cocinar para enviar una receta, ¿verdad? -respondió guiñándome el ojo.
-Tsk. En fin, sigo. Dice que tiene ganas de vernos, que pronto vendrá a visitarnos y que...
-... ¿y qué, hijo? -preguntó mi padre ante mi silencio.

No di respuesta, simplemente me levanté tirando la carta arrugada al suelo y me fui directo a mi cuarto.
No podía creer lo que decía la tía en las últimas líneas, no era posible que me hiciera eso:

“... Y también os mandaba esta carta para haceros saber de que mi hijo Rin acudirá a la misma escuela que los vuestros. Era más que nada avisaros, para que los chicos le reciban con una cálida bienvenida pues, nuestra casa pilla muy lejos, y queríamos pediros el favor de que le permitierais quedarse en vuestra casa, al menos hasta que encontráramos otra solución. Os estaríamos muy agradecidos.

Un beso muy grande para Shinichi y para Ciel.

Os quiere, la tía Ayuko.”



Cuatro años no eran suficientes para sanar lo que ese sujeto había hecho. Si creían que podría agachar la cabeza y mirar hacia otro lado por ser yo, estaban muy equivocados.
Usagiwa Shinichi también sabe guardar rencor.
Y lo reservaba todo para él. Mi primo Rin.

domingo, 8 de abril de 2012

Capítulo 14: ¿Creías que iba a acabar como tú querías?

¿Estaba mal excitarme nada más pensar en lo que me hizo Soubi? ¿Acaso era un pervertido por desear que volviera a ocurrir? Esperaba que no, porque sino sería el tipo más lujurioso del mundo.
Aún recuerdo la manera en la que sus manos recorrieron mi cuerpo, descrubriéndolo y esculpiendo en cada milímetro de mi piel la palabra "placer". La forma de sus labios contra los míos, el tacto de su lengua aprisionando mis pensamientos, dejándome sólo sentir cómo se adueñaba de mi cuerpo y de mi mente. Y cómo olvidar la presión, el roce de su rodilla contra mi entrepierna y la cruel manera en la que sus dientes se ceñían a mi carne.
Fue todo tan maravilloso... o al menos a mí me lo pareció, pues Soubi lo único que sacó de allí fue más odio y resentimiento haci Alois. ¿Qué por qué? Oh, muy fácil. Veréis, lo que pasó fue...

Flashback de Ciel.

-Increíble.... incluso por encima de la ropa lo estás sintiendo -musitó ensañándose esta vez con mi cuello y mi clavícula. Dejando un reguero de besos, mordiscos y saliva.
-¡No! ¡Ah! ¡Eso....n-no es verdad! -jadeé como me fue posible.
-Hum ¿en serio? -rió en mi cuello- ¿Y qué me dices de... esto?
-¡Hah! -había puesto una pierna entre las mías, desvelando lo excitada y necesitada que se sentía esa parte. Temblé al sentir como ahora su rodilla era reemplazada por una grande y firme mano que me hizo olvidarme hasta de mi propio nombre. Escuché el sonido de mi cinturón y justo cuando creía que estaba preparado para lo que se avecinaba, un grito de Soubi me hizo volver a la realidad.
-¡Joder! ¡¿PERO CUAL ES TU PUÑETERO PROBLEMA!? -escuché exclamar a Soubi.
Cuando abrí los ojos me encontré con que Soubi se agarraba la cabeza con una expresión de dolor en el rostro mientras Alois le miraba desde atrás con una mueca de satisfacción en la cara y … un bate de béisbol en la mano. No hacía falta ser muy inteligente para saber lo que había pasado.
-¡Uy! ¿Te he hecho daño? -preguntó con interés fingido.
-Maldito criajo... te juro que un día te mato -sentenció ahora de cuclillas con las manos todavía en la cabeza y los ojos cerrados.
-Hum. Suerte -dijo Alois dejando caer el bate mientras se acercaba con una sonrisa de superioridad cambiando totalmente a una expresión sincera y preocupada al llegar a mí.
-Ciel, ¿estás bien? ¿No te ha hecho nada malo este viejo pervertido, verdad?
-¿¡A quién llamas viejo!? ¡Sólo tengo dos años más que vosotros! -gritó Soubi arrepintiéndose al acto, pues alzar la voz sólo hizo que le doliera más la cabeza y que tuviera que volver a agacharse.
-¿Ya tienes dolores de espalda? Vaya, qué mala es la vejez -dijo con una gesto de “Qué se le va a hacer”.
-Estúpido niñato -siseó Soubi abalanzándose sobre Alois. Pero este fue más rápido, así que, escurriéndose de los brazos de Soubi (tendría que enseñarme a hacer aquello), me tomó de la mano y me llevó corriendo hasta nuestra aula. Dejándome confuso y... divertido. Sin duda, aquello había sido divertido.

Fin Flashback de Ciel.



Así que aquí estaba ahora, en medio de clase de japonés moderno intentando confundir a mi cerebro para que no deseara el cuerpo de Soubi.
Pero era una tarea agotadora y nada gratificante, porque ahora que podía estar con Soubi... sin duda me resultaba muy difícil mantener mi autocontrol.



POV de Catherina.


Estúpido. Malnacido. Engreído. Prepotente. Narcisista. Injusto. ¿Y por qué no decirlo? GILIPOLLAS. Estaba hasta los mismísimos ovarios de Illium: No hagas eso, tienes que hacerlo como yo te diga, esa nota no es, escucha mientras explico, no me hagas burla, no toques cuando yo no te lo he dicho, deja de comer en clase. ¡AAAAAAAAAH! Ese tipo iba a acabar conmigo (si no me suicidaba yo antes). Lo único que quería era que diera clase como Sanko, pero no, él hacía que las clases de música parecieran una tortura. ¿Os pongo un ejemplo? Encantada.

Era la última asignatura del día, y todos estaban deseando irse a casa (yo más que nadie), así que al “profesor”, se le ocurrió la brillante idea de que las últimas horas que tuviéramos clase juntos la dedicaríamos a tocar instrumentos.
Al llegar al aula, vimos cómo toda la clase estaba llena de instrumentos: desde trompetas y fagots, hasta violas y contrabajos. Sin duda un paraíso para mis ojos, que acariciaban mentalmente todas y cada una de las texturas que se iba encontrando: frío metal, suave madera, ásperas cuerdas, puntiagudas teclas,... estaba en el séptimo cielo. Bueno, al menos eso pensaba hasta que me cercioré de que había otro instrumento más, pero este era insulso, obsceno y desaliñado, uno llamado Illium.

-Buenas tardes a todos.
-Buenas tardes -respondieron todos como borreguitos.
-Como sé que a estas horas estáis muy cansados, voy a dedicarlas a que aprendáis a tocar instrumentos -un murmullo general surgió como respuesta ante esta oferta, sin duda por la excitación y la impaciencia.
-¿Y qué pasa con los que ya sabemos tocar? -pregunté sin ganas de que ese pendejo me diera órdenes.
-Pues que cierran la boca y aprenden a respetar a los demás -siseó con una falsa sonrisa.
-Adelante, levantaos y coged el que más os guste -dijo de repente.
Todos se fueron hacia los instrumentos de percusión y de viento, dejando a los de cuerda apartados porque obviamente, ninguno sabía cómo tocarlos. Instintivamente fui hacia la viola, pero una mano me la arrebató antes de que pudiera decir nada.
-Como tú dices que ya sabes tocar, ¿qué tal si te quedas con uno más simple y dejas a los demás que aprendan?
-Pueden aprender a tocar otro, ¡dame mi viola! -exigí alargando la mano.
-No, ya no es “tu viola”. Ahora es de Sayuri-san -le dijo a una alumna mientras se la entregaba recibiendo un sonrojo por parte de ésta y un estúpido “gracias”.
-¡Vale, me rindo! ¿Qué se supone que debería tocar según tú? -grité enfurecida. Pero más tarde sabría que no tendría que haber hecho eso, pues mi instinto debería de haberme advertido de que esa sonrisilla en la comisura de sus labios no significaba nada bueno.
-¡ME NIEGO ROTUNDAMENTE! -exclamé encolerizada al descubrir qué instrumento me había designado a mí.
-¿Por qué? Yo creo que el triángulo se adapta mucho a tu personalidad.
-¡NO PIENSO DESPERDICIAR MI TALENTO EN UN ALAMBRE DE METAL!
-Creo que no te vendría mal aprender a ser más modesta.
-Y a ti no te vendría mal saber con quién te estás metiendo.
-¿Es una amenaza?
-Hum. Si te estuviera amenazando no te haría falta preguntarlo -respondí con suficiencia.
-Quién diría que tenemos algo en común... Yo también amenazo de frente: O tocas el triángulo, o te quedas después de clases -dijo poniendo su cara a un escaso centímetro de la mía.
-Tsk. ¡Qué castigo más original! ¿No se te ha ocurrido pensar que puedes ser más creativo?
-Mira Neko, si por mí fuera limpiabas toda la fachada del colegio con la lengua, pero por alguna estúpida razón eso sería acoso escolar. Así que, si no quieres que te suspenda música, siéntate, cállate y asiente. ¿De acuerdo? -gruñó, a lo que yo respondí con otro gruñido. No estaba dispuesta a que me suspendieran música. No era mi culpa que el profesor fuera un inepto.
-¿Qué has dicho? -preguntó con la mano sobre la oreja en un gesto de escucha.
Como respuesta sólo cogí el condenado triángulo, le di un golpe con la varilla y me senté.
-Buena chica.
Sopesé mis opciones:
1-Meterle la varilla por el culo.
2-Meterle el triángulo por el culo.
3-Callarme, tragarme mi orgullo y aprobar música.
… Me costó un rato decidirme, pero luego me di cuenta de que ni muerta iba a tocar el orto de ese tío. Así que cerré los ojos e intenté calmarme hasta que todos se sentaron.


-¿Todos tenéis vuestro instrumento? -preguntó Illium.
-¡Síííííiííí! -respondieron obedientemente.
-¿Neko? -levanté la cabeza-. No te he oído -dijo elevando la comisura de sus labios.
-Grrrrrrr..... -cogí el triángulo y le di un golpe- ¿Contento? -pregunté rozando mi límite.
-Mucho -respondió con una sonrisa-. Bien, ahora, en orden iréis tocando para que pueda ver cómo vais de avanzados. Empecemos por orden de lista. Ayukawa-kun, tú primero -le dijo a un chico que se sentaba en el otro extremo de la clase. Había elegido una trompeta y... por Dios.... ¡NI SIQUIERA SABÍA COGERLA BIEN!
-Sí... -susurró poniéndose de pie y... haciendo que la trompeta se convirtiera en un instrumento chirriante y desagradable. ¿Cómo se podía sacar tal sonido de un instrumento? Prefería oír mil veces hablar a Illium que a ese chico tocando la trompeta... bueno quizás eso sea demasiado, no querría escuchar la insoportable voz de ese simio ni un minuto más.
Cuando acabó la tortura de la trompeta, empezó la del fagot. Le siguió el contrabajo, la flauta, el saxofón, la guitarra, el piano, la trompa... ¡AQUELLO IBA A ACABAR CONMIGO! Cada vez que alguno empezaba a tocar, parecía que el instrumento estuviera sufriendo, gritando, rogándome que le salvara de producir tan terrible sonido. Pero no, yo no podía hacer nada porque estaba bajo “arresto” en mi pupitre. Si me movía, me suspendería, lo sabía, esa era la única razón por la que aún seguía en mi sitio.
-Neko, te toca -cuando me llegó mi turno, pasé de que me llamara “Neko”, sino que lo que más me desconcertó fue que me pidiese que tocara el triángulo... ¿Qué quería que le tocase? ¿“Llega la Navidad”?
-¿Es coña? -pregunté incrédula y malhumorada.
-Oh no, por favor. Deléitanos con tu música -dijo mientras se apoyaba en una mesa y se cruzaba de brazos, expectante.
Una bombilla se encendió en mi cabeza.
-¿Quieres que toque?
-Sí.
-¿De verdad?
-Sí...
-Hum... -en ningún momento me había dicho que tocara el triángulo... ¿verdad?
Me levanté, le quité la viola a la niñata que me lo había arrebatado, y haciendo caso omiso de las palabras de Illium para que parase, comencé a tocar. Mis dedos no tenían rumbo, mi mente había dejado el cuerpo, y mi alma sólo se concentraba en transmitir cada pensamiento, cada emoción a la viola a través de mis manos. Hermoso. Tan cándido y armonioso como el nacimiento el sonido.
Aquella sensación de libertad, de calidez y felicidad, sólo podía darla la música. La viola. Mi viola.
Pero alguien rompió aquel sentimiento de magia, cuando sentí cómo me arrebataba el instrumento de las manos y me devolvía al mundo real, donde no puedo expresarme sin que una norma me lo impida, donde debo seguir las reglas de un analfabeto que dice amar la música cuando en realidad todo lo que hace es esconderla.
-Te espero después de clases -musitó cruelmente en mis oídos.

Una vez más: me habían castigado por crear belleza.
Algún día se las devolvería. Todas juntas.

Fin POV de Catherina.


POV de Alois.

Había tenido suerte con Soubi. Si no los llego a encontrar, sólo Dios sabe lo que habría pasado. Pero estaba seguro de que no podría seguir así para siempre. Tarde o temprano acabarían dándome esquinazo y Soubi ensuciaría el puro y limpio lienzo que es mi querido Ciel.
Debía pensar rápido, antes de que las cosas fueran a mayor. … ¿Y si les pusiera un micro? No, se notaría demasiado. … ¿Una cámara? Ridículo. … ¿Chip de localización? Tsk. En cuanto no hubiese cobertura se iría la señal. Tenía que haber algo con lo que poder vigilarles... ¿Podría contratar a alguien? No, Soubi es demasiado listo, se daría cuenta en seguida... ¡AAAAHHH! ¡Tenía que haber alguna maldita cosa que pudiera hacer para que esos dos no …!

-¡Hola! -¿pero quién coño...? Ah,... el chico raro. ¿Guille? Como se llamara.
-... -giré la cabeza ignorándole.
-¡Eh, no seas así! -dijo tocándome el hombro, a lo que yo respondí con un gruñido y una fría mirada.
-Ehh.... v-vale... -tartamudeó él. Se dio la vuelta y se fue.
Creía que había logrado recuperar la calma perdida, pero NO. Aquel idiota volvió y, sin yo decirle nada, se sentó a mi lado.
-¿Por qué te vas para volver después? -pregunté enfadado. Como toda respuesta él me mostró dos latas de zumo, una de naranja y la otra de fresa.
-¿Cuál prefieres? -preguntó con una estúpida expresión de felicidad.
-No me gusta la naranja -un poco desconcertado, me dio la de fresa.
-Tú eras Alois, ¿verdad? -dijo cuando pegó un trago de su zumo.
-¿Lo dudas? -pregunté ofendido.
-Jejeje... no es eso. Es que soy malo para los nombres.
-No me extraña... con el que tienes tú cualquiera querría olvidarlo -musité mirando a otro lado.
-¿Qué? -preguntó inocente.
-Nada -pero al poco rato de estar sentados me di cuenta de una cosa:- ¿Por qué sigues a mi lado?
-U-um... bueno... te había traído un zumo y... creía que...
-Creías mal. Así que ya te estás yendo.
-¿... Por qué? -preguntó confuso.
-Porque las manchas de fresa no se quitan bien, así que deberías irte a lavártelas cuánto antes.
-¿...Qué mancha....? -hum. Me encanta cuando pican.
-Esta -dije mientras vertía lo que me quedaba de zumo en sus pantalones.
La cara de asombro del chico fue desorbitante y la mía... bueno, la mía más de diversión que de otra cosa.
En dos segundos “Guille” ya estaba corriendo hacia las fuentes para lavarse, mientras yo reía a carcajada limpia, dejándome tranquilo, a gusto y perversamente alegre, quedándome la única preocupación de: cómo evitar que Soubi corrompiese a Ciel.

jueves, 29 de marzo de 2012

Capítulo 13: ¿....Me.....me amas?

¿En el salón principal? No, no le gustan las masas de gente. ¿En su clase? Ni en broma, siempre está deseando salir de ahí. ¿En la biblioteca? ... No sabía dónde estaba. ¿En los jardines? Tardaría demasiado en encontrarlo. Me paré en seco: estaba bien querer decirle lo que sentía pero ¿dónde lo encontraría? Además, yo ya no era invisible para la gente, ahora llamaba la atención, y verme corriendo desesperado por todos los rincones del edificio jadeando y sudando no era precisamente difícil de ignorar.

-Usagiwa-sempai... ¿se encuentra bien? -escuché decir a una chica más o menos de mi altura.
La recordaba. Era otra de las muchas personas que ni se dignaron a mirarme cuando llegué el primer día, aquellas que ahora besaban el suelo que pisaba, las más falsas y astutas que sabían cómo aprovecharse de las personas. Pero tenía demasiada prisa para pensar en esas cosas. En ese momento mi prioridad era encontrar a Soubi.
-Tranquila Miwa-san. Estoy bien -respondí con una falsa sonrisa, como me había enseñado a hacer Alois.
-... A-ah, vale. Pero como te había visto tan apurado... ¿puedo hacer algo por ti? -preguntó con una voz insinuante, causando las miradas feroces de todos los demás presentes.
Pero yo ya no era Ciel. Ahora sabía tratar con gente como ella.
-Pues sí. Estoy buscando a Yumeji-sempai, ¿lo has visto? -dije dibujando una mueca inocente.
-C-creo que está en su clase -respondió ruborizada y tímida.
-Gracias -y salí de allí corriendo.

Así que al final sí que estaba en su clase... ¿tan pocas ganas tenía de verme que se había quedado en el único lugar en el que nunca miraría? Mierda, aquello dolía.
Cuando llegué la escena que vi me quitó todo el aire que había conseguido recuperar después de la carrera. Estaba de pie, apoyado de espaldas a la ventana rodeado de chicas que aprovechaban la mínima oportunidad para acercarse a él, para tomar contacto y después pretender ser inocentes. Todas y cada una de ellas le miraban hipnotizadas, atentas a cada gesto que hacía, a cada palabra que salía de sus labios, no perdían el mínimo detalle de alguien que solo buscaba un entretenimiento que al parecer ellas podían proporcionarle. Pero lo que más me afectó fue ver la expresión seductora que Soubi le dedicaba a cada una de aquellas sanguijuelas. Estaba cómodo en aquel ambiente, siendo adulado por un montón de chicas sin personalidad. No me necesitaba, se había recuperado perfectamente sin mí, y sin duda eso era lo más difícil de aceptar: sólo yo le necesitaba.
Viendo la sonrisa de satisfacción que tenía en el rostro, intenté irme, pero una voz a mis espaldas me detuvo.

-Usagiwa-san, ¿que haces aquí? -cuando me volví observé a un chico del curso de Soubi. Era alto, con el cabello decolorado, las facciones angulosas, la mirada segura y el cerebro inversamente proporcional al número de pirciengs que llevaba en cada oreja.
-Perdón, había venido a visitar a alguien, pero parece que está ocupado. Ya me marcho -me disculpé con la misma sonrisa que tantas veces me había hecho ensayar Alois. “Caerán rendidos” decía él.
-¿Por qué tanta prisa? Vamos, quédate un poco. Yo no estoy ocupado -dijo con una sonrisa tonta y los ojos iluminados.
Pensé en rechazar la oferta, pero no tenía nada que hacer, y si hablaba con alguien, olvidaría la cara de felicidad de Soubi al verse rodeado por tantas chicas.
-De acuerdo -nos sentamos en su pupitre (más bien yo me senté en su mesa y él se quedó de pie).
-Tengo curiosidad -comentó nada más sentarme-. ¿Qué te ha hecho cambiar de repente? Hasta hace sólo unos días no hubiese pensado que esto podría estar escondido debajo de esa apariencia -dijo con voz sugerente. Genial, me tocaba lidiar con un creído idiota. Pero Alois también me había preparado contra tipos como ese. Así que poniendo mi mejor cara de actor y mi más deslumbrante sonrisa disfracé mi insulto con las mismas palabras que había usado él.
-Qué casualidad. Yo tampoco pensé que un cerebro como el tuyo pudiera estar debajo de esa apariencia.
-... Jeje... eehh... ¿eh? -si ignorante, te había insultado.
-Bueno, dejando eso de lado -dijo intentando ganar la seguridad que había perdido-. ¿Qué te parecería salir alguna vez conmigo. Te llevaría a donde tú quisieras
-Lo lamento, pero no tengo por costumbre salir con tipos como tú -cuando pronuncié esas palabras me di cuenta... ¿Me había convertido Alois en una réplica suya?
-¿Y con qué tipos sueles salir?
-Ni idea. Cuando lo sepa, serás el primero en recibir noticias, tú tranquilo -y me levanté de la mesa con intención de irme pues hablar con aquel tipo en vez de hacerme olvidar a Soubi sólo me estaba recordando a Kazaki-sempai.
-¡Eh espera! -dijo cogiéndome del brazo- Vamos no seas así.
-Suéltame.
-¿Algún problema, Harada? -pronunció un timbre demasiado conocido para mí.
-Shiraiwa-san... n-nada. Sólo estábamos hablando, ¿verdad Usagiwa-kun? -pero al recibir una mirada por mi parte que decía “no pienso ayudarte si os peleáis”, cambió de opinión- Y-ya me iba -y se fue cual perdigón escopetado.
La imagen de verle apurado salir de la clase dando la impresión de que le faltaba suelo para correr me hizo bastante gracia, y no pude evitar soltar una risita por lo ridículo que se veía. Pero cuando me giré me di cuenta de que no había motivos para reírse. Estaba delante de Soubi, y éste sólo me mostraba una mirada inescrutable. Quería decirle lo que sentía pero, ¿él querría escucharme? Me dije a mí mismo que si no lo hacía, nunca lo sabría; por lo que me armé de valor, y liberé a mi mente de toda preocupación.

-Gracias Soubi -intenté decir lo más relajado posible.
-No hay de qué.
-V-verás yo... quería hablar contigo. Sobre... lo que pasó en mi casa...
-Aquí no.
-¿Eh? -le miré a los ojos, y comprendí a qué se refería: todo el mundo nos estaba mirando. Y lo que hizo Soubi a continuación me hizo pensar que tenía una esperanza. Me cogió de la mano y me dijo:- Sé dónde podemos hablar tranquilos.
Me llevó de la mano, ante las miradas de todos los curiosos, hasta uno de los jardines traseros. Allí nunca había nadie.
-Adelante -me soltó de la mano-, ¿qué querías decirme? -preguntó cruzándose de brazos, haciendo que sólo me sintiera más inseguro.
-Yo... quería disculparme...


POV de Soubi.

-Yo... quería disculparme... -disculparse... él quería disculparse... Una sonrisa sardónica cruzó mi rostro. A esas alturas ya no sabía quién tenía la culpa de qué, pero escucharle decir que quería que yo le perdonara sin duda me hizo ver lo adorable y tierno que era mi ojiazul.
-Las cosas que dije... no las pienso de verdad. No quiero que me dejes en paz. No quiero que te alejes de mí. Tampoco pienso que seas … asqueroso. No quiero que dejes de hablarme... -una lágrima solitaria descendió por la mejilla de Ciel. Y aquel simple movimiento, aquella simple gota fueron suficientes para hacer que se rompiera algo dentro de mí, pues lo que más daño me hacía era ver sufrir a Ciel.
-Ciel... tú...
-¡No! Espera. Escucha todo lo que tengo que decir. Por favor espera a que termine... -inspiró a la vez que sorbía por la nariz, sin duda preparándose mentalmente para lo que tenía que decir.
-Cada vez que rehuyes mi mirada -comenzó- siento como si mi mundo desapareciera. Cuando le regalas tus caricias a otra persona, la verdad me golpea volviéndome pequeño y frágil. Cada vez que te burlas de mis sentimientos, las mentiras que protegen mi corazón se disuelven en el dolor que me causa darme cuenta... de que soy el único al que le afecta todo esto. Siento que con cada palabra, con cada gesto, te alejas de mí poniendo una barrera marcada por el deseo. El deseo que tengo que ahogar para no consumirme en la añoranza de tu cuerpo y de tu corazón. Porque cuando el alma es tocada, también quiere ser tocado el cuerpo, pero algunas veces, cuando el cuerpo es tocado, también quiere ser tocada el alma -me miró, con la belleza surcándole el rostro, acompañando sus lágrimas-. Soubi: tú has tocado mi cuerpo, y has causado que mi alma también desee ser tocada por ti. … Te quiero.
Me quedé paralizado. La flor que había anhelado desde hacía tanto, estaba ahora delante mía, confesándome lo que yo no dejaba de negar. Mi cuerpo se movió por voluntad propia y avanzó hasta quedar a escasos milímetros del suyo, pues temía que el más mínimo roce pudiera romper aquella estrella que brillaba por pura inocencia.

-Ciel... si lo que acabas de decir es una broma, tienes 10 segundos para retractarte, porque después de ese límite de tiempo, no seré capaz de controlarme -musité haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad para cumplir la regla de los 10 segundos. Ciel levantó la cabeza, me miró, desvelando su hermosura en toda su plenitud y articuló las palabras que llevaba tanto tiempo esperando escuchar.
-...Te amo, Soubi.

A la mierda la ley del menor, a la mierda el “qué dirán”, a la mierda el “y si no le gusta”, a la mierda todo. Quería a Ciel. Allí y ahora.
Por eso no me arrepiento de lo que hice a continuación.
Le empujé contra un árbol y sellé nuestros labios para impedirle cualquier oportunidad de negarse.
Cuánto anhelaba aquella sensación, el tacto de sus labios contra los míos, sedoso, suave y electrizante. Tan dulce. Primero sólo el contacto, después pidiendo permiso con mi lengua, recorriendo el contorno de su boca hasta que me cedió el paso e invadí la cavidad que tanto había deseado. Memoricé cada detalle de su lengua, de sus dientes, de su paladar, porque ahora eran míos. Succioné, invitando a hacer lo mismo con la ajena, comenzando un baile en nuestras bocas que no tenía tiempo ni lugar, sólo existía el sabor. Pero mi preciado ángel nos separó.

-...S-so....soubi....n-... no puedo... res... respirar -musitó con la voz ronca. Cuando le miré a los ojos y descubrí que estaban inyectados en placer, supe que había perdido de nuevo el control.

Le volví a encerrar en mis brazos y comencé de nuevo un intercambio de salivas que no tenía fin. Sentía cómo los gemidos de Ciel se ahogaban en su garganta y cómo los míos luchaban por no salir. Pero yo quería más, quería hacerlo sentir de verdad.

Fin POV de Soubi.


Me estaba asfixiando en lujuria. Su lengua seguía dentro de mi boca, invadiéndola y marcándola como suya. Arrebatándome mi propio nombre, recorriendo mi cuerpo con sus caricias, pues mi alma ya había sido tocada.
Cuando creía que mi cabeza no aguantaría con todo el placer y el éxtasis de estar en sus brazos, Soubi comenzó a frotar mi pecho, centrando su atención en dos peculiares zonas, presionándolas por encima de la ropa, haciendo que todo mi cuerpo temblara descontroladamente. Entonces los pellizcó, y eso ya fue demasiado para mí.

-¡Ah! ….n-no... no hagas eso...
-¿Por qué? -susurró en mi oído.
-Haaa....p-porque....mmhh.... se siente.... raro....
-Querrás decir que se siente bien -mordiendo y lamiendo mi lóbulo.
-¡Ahh!
-Increíble.... incluso por encima de la ropa lo estás sintiendo -musitó ensañándose esta vez con mi cuello y mi clavícula. Dejando un reguero de besos, mordiscos y saliva.
-¡No! ¡Ah! ¡Eso....n-no es verdad! -jadeé como me fue posible.
-Hum ¿en serio? -rió en mi cuello- ¿Y qué me dices de... esto?
-¡Hah! -había puesto una pierna entre las mías, desvelando lo excitada y necesitada que se sentía esa parte.
No me cupo ninguna duda: desde ese momento mi dolor, mi tristeza, mi alegría, mi deseo y mi cuerpo le pertenecían. Era completamente suyo, y aunque quisiera, jamás sería capaz de cambiar eso.

lunes, 26 de marzo de 2012

Capítulo 12: Ya no seré tu mejor amigo.

POV de Takashi.

Realmente me daba pena. Se merecía ser feliz. Aún en ese momento, viendo cómo la espalda de Ciel se alejaba hacia su oportunidad de corresponder sus sentimientos, yo me preguntaba: ¿algún día serán correspondidos los míos? No. Creo que no.
Eran ya 5 años de amor no correspondido hacia mi mejor amigo. ¿Cuándo me di cuenta de esto? Eso es fácil de responder: cuando estábamos en 6º de escuela elemental.

Flashback de Takashi:

Estábamos en clase de gimnasia, y Momo faltaba una vez más. Cuando la clase terminó vimos como Momo venía corriendo hacia nosotros.

-¡Idiota, la clase ya terminó! -gritaban algunos.
-Kobayashi, tienes que cuidar más de tu horario -comentaban otros.
-Sí, sí. Lo sé -se disculpó este. En ese entonces Momo era adorable: bajito, de complexión delgada, ojos grandes, labios pequeños y sonrisa inocente.
-¿Dónde te metes siempre? -pregunté yo, que en 6º ya era el más alto de la clase.
-Je,je. Es un secreto -me contestó guiñándome un ojo, pero con este gesto también se le abrió un poco la camisa, y pude observar perfectamente 3 marcas de chupetones hechos recientemente. Abrí los ojos desmesuradamente.
-¡Ala! ¡Te han picado muchos mosquitos! -dijo un niño de repente.
-¡Es verdad! -exclamó otra niña. Solamente yo me di cuenta de que eso no eran picaduras.

Fin Flashback de Takashi.



Fue en ese momento en el que mi corazón latió por primera vez por Momo. Verle así, tan inocente pero a la vez tan sucio fue un gran shock para mí, y me di cuenta de que estaba enamorado de él. Pero nunca se lo dije, eso me rebajaría al nivel de todos sus amantes, de todos aquellos que sólo quieren su cuerpo. Y aún ahora busco cómo escapar de estos sentimientos, pero me es imposible, es demasiado cercano a mí, y también demasiado doloroso ver cómo planea encuentros con otros sujetos delante mía. Pero duele aún más que me cuente todos sus encuentros con todo lujo de detalles, pues soy su mejor amigo, es normal que me lo cuente todo, aunque no sepa que todo eso me rompe por dentro, no puedo hacer más que mostrarme indiferente a todo esto.
Muchas veces me he preguntado a mí mismo si tengo un problema, pues todas las veces que me he acostado con alguien me excito y acabo pensando en que lo hago con Momo.
De todas maneras, sé que esto es algo imposible, lo supe desde la primera vez que me dijo que lo había hecho con alguien, me acostumbré a ello, a esperarle detrás de la puerta oyendo sus gemidos, guardándole las espaldas para que no le descubrieran. Como estaba haciendo en ese justo momento, esperarle en la puerta de una clase mientras él se acostaba con un desconocido por si alguien se acercaba, avisarles. Dejé de escucharles, y a los pocos segundos una cabecita castaña se asomó por la puerta.

-Perdona por hacerte esperar -me dijo Momo con una sonrisa-, es que, estábamos tan excitados que decidimos ir por una segunda ronda.
-... ¿La otra parte está bien? -pregunté al ver que no salía nadie más.
-¿Ah? Sí, sí. Pero dice que prefiere salir un poco después, porque sino se metería en problemas.
-¿Un profesor? -ante mi pregunta sólo sonrió: sí, era un profesor.
Llegamos a la cafetería, donde habíamos quedado con el chico llamado Guille y Shinichi pero ellos aún no habían llegado.
-Dime una cosa Takashi -dijo Momo. Le miré como haciéndole entender que disparara.
-¿Tú tendrías sexo conmigo? -dijo con una sonrisa pícara señalándose con el dedo índice la cara. Cuando procesé la pregunta, casi me da un paro cardíaco.
No era la primera vez que me lo decía, pero no podía evitar sorprenderme cada vez que me lo proponía. En momentos como ese, demostraba mis grandes dotes de actor, pues en vez de mostrarme emocionado, mi cara sólo expresaba indiferencia.
-Ya te he dicho que no estoy interesado ni en hombres ni en putas, así que mucho menos en ti.
-¡Buuuuuhhhh! ¡Eres malo Takashi! -refunfuñó con un puchero.
-Sólo soy sincero.
-Pero... me han dicho que eres muy bueno -comentó algo decepcionado.
-¿Quién te ha dicho eso? -pregunté curioso.
-Yumiko-chan -mi ex-novia.
-¡Te he dicho millones de veces que no te acuestes con mis ex! -le sermoneé.
-¡Aaah! ¡Pero no lo pude evitar, el pasto del vecino siempre es el más verde!
-Argh... cosas como estas me molestan porque yo voy en serio cuando salgo con ellas.
-Pero realmente me gustaría saber cómo es tener sexo con Takashi... -dijo con una mirada seductora-. Sólo un poquito ¿vale? Déjame probar.
-¡Ya te he dicho que no! Soy muy posesivo, no salgo con personas que juegan a dos bandos -protesté.
-¿Y con las que juegan a nueve? -preguntó sonriente.
-¡No hagas preguntas estúpidas!
-.... Takashi.. tú...
- Joder ¿Qué quieres? -pregunté enfadado.
-... ¿Quieres a..... Ciel? -su pregunta me pilló desprevenido. Idiota, al único que amaba era al puto que tenía delante.
-No seas tonto. Para mí es como un hermano pequeño -respondí quitándole importancia con la mano.
-Pero antes... os habéis ido juntos a hablar a un lado. ¡Eso me molesta! Me dejáis de lado, parece que no queréis tratarme como un amigo -yo desde luego que no quería que fuera sólo mi amigo.
-Tú... no hables como si fueras un mocoso.
-¿Te has acostado con él? -preguntó con la voz un poco temblorosa.
-Ya es suficiente... eres un idiota, aunque te lo dijera claramente no lo entenderías ¿verdad? Yo no soy como tú, no me acuesto con cualquiera que pasa -lo que salía de mis labios era verdad, no me acostaría con cualquiera, aunque estuviera deseando probar el cuerpo de Momo.
-Momo eres tú -proseguí- definitivamente no me acostaré contigo. ¿Entiendes? Las personas como tú, que lo hacen con cualquiera me hacen sentir tan sucio que no puedo mirarles -de todas formas daba igual lo que dijera, tan solo me mirarías y sonreirías como un idiota.
-... ¡Rayos! ¡Eres tan malo Takashi!-respondió con una estúpida sonrisa, tal y como había predicho- No tenías por qué decir eso... Realmente no tenías por qué …
Extrañado por el tono de su voz le miré, y creo que nunca me había sorprendido más: Momo estaba llorando.
-¡Ah! -gritó cuando la primera gota resbaló por su mejilla- Esto... -dijo mirándose las gotas que caían hasta sus manos sin creerse todavía que estuviese llorando- no... esto no es... esto... es... hic... esto no..... hic, hic. Ha.... hic. Sniff.
-Momo........ -no podía creerlo yo tampoco. Momo, el alegre, despreocupado e irresponsable Momo estaba llorando.
-Perdóname, fui demasiado lejos. Yo no creo que seas sucio ¿vale? -dije.
-¡¿POR QUÉ NO PUEDO SER YO?! Finalmente rompiste con Yumiko-chan. Yo pensé que era finalmente mi oportunidad de hacerte mío. No rechaces siempre mis confesiones... - “Ten sexo conmigo = Te amo” … Eso no era una confesión ¿no? Pensé sonrojado por tener a Momo llorando agarrado a mi hombro diciéndome que quería que fuera “suyo”. Pero si me confesaba yo también me tendría comiendo de su palma durante el resto de mi vida y, si llegábamos a algo, yo sería quién lo dirigiera.
-Momo...
-Sniff ¿Mh?
-¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste por detrás?
-¿Ah? Pues... creo que hace 3 días. ¿Por?
-Bien, aguanta otros 10 días. No te beses ni lo hagas con nadie. Si lo logras, me acostaré contigo.
-¡L-LO … LO HARÉ! ¡AGUANTARÉ LO QUE SEA!
-Ni siquiera con chicas -apunté.
-¿Tampoco puedo masturbarme? -preguntó con las mejillas aún sonrosadas.
-No.
-Pero ¿por qué tenemos que hacer una prueba de resistencia? -dijo con un gran puchero. Totalmente adorable.
-Porque si no -dije mientras me acercaba a él- no tendré ganas -cada vez más cerca, haciendo que abriera los ojos y me mirara emocionado- de metértelo por detrás.
-¡...! -y le pegué un leve mordisco en la mejilla mientras decía con lágrimas en los ojos:- Takashi... eres terrible...

Si no hacía eso, sería exactamente igual que los otros degenerados que perseguían a mi dulce Momo.



Cuando llegaron Shinichi y Guille y preguntaron por la marca de mordisco que tenía Momo en su mejilla tuve que ser yo el que se inventara una excusa, pues Momo estaba demasiado nervioso para responder.
Fue realmente divertido ver como cada vez que nos cruzábamos la mirada éste se ponía tan colorado que se veía obligado a mirar a otro lado. Me empezaba a gustar ese juego.
Pero a media tarde ocurrió algo realmente interesante:
estábamos en clase de biología y tuvimos que ponernos por parejas para mirar por los microscopios, y (obviamente), yo estaba con Momo, como siempre que teníamos biología. Pero esta vez fue más entretenido pues cada vez que nuestros codos se rozaban, nuestros ojos se cruzaban o nuestras manos se tocaban la cabeza de Momo se volvía un torbellino. Se mostraba nervioso y sus mejillas más coloradas que nunca, agachaba la cabeza y estaba claro que sufría estando a mi lado sin poder hacer nada. Y llamadme sádico, pero a mí ver cómo su deseo sexual se frustraba por mi culpa, me parecía muy divertido.
Hasta ahí todo normal, pero hubo un momento en el que estaba mirando embelesado la marca del mordisco de esta mañana (ahora cubierto por el rubor de sus mejillas), cuando de repente me pareció escuchar un gruñido. Pensé que había sido mi imaginación, así que seguí mirándole, pero lo volví a escuchar, y esta vez sí, miré hacia la ventana y casi me caigo de la silla cuando veo que Catherina, la alumna extranjera, estaba pegada al cristal, desde fuera, gruñéndome a mí.

-¿¡Pero cómo demonios...?! -dije, haciendo que toda la clase se girara provocando un grito general.
-¿¡CATHERINA?! -gritó Momo.
-¡Deja de molestar a Momo! -me gritó. Sonreí: así que era por eso.
-¡Catherina! ¿¡Cómo te has subido a la ventana?! -intervino esta vez el profesor abriendo la ventana contigua a la que estaba Catherina para ver si tenía algún cable sujetándola.
-¡Neko! ¡Vuelve ahora mismo a clase! -reconocí esa voz. Era la del nuevo profesor de música que, como bien sabía todo el colegio, se llevaba fatal con Catherina. Estaba asomado en la ventana de su clase, que era justo la que teníamos debajo.
-¡Que no me llames Neko! -gritó esta.
-¡Pues vuelve a clase! -replicó este cogiéndole de la pierna para hacer que bajara de nuevo a su respectiva aula.
-¡No! ¡Momo! ¡Ayuda! -se lo escuchó decir antes de desaparecer por la ventana.
Después de todo ese alboroto nos miramos y no pudimos hacer nada más que sonreír.


POV de Momo.

Aún no me creía lo que me había pasado, después de 5 años de amor no correspondido por fin podría tener a Takashi. Parecía un sueño imposible.

-Wow ¿te duele? -preguntó Ciel.
Se refería a la marca de bofetada que tenía en la mejilla.
-Sí... T.T -respondí tocándome la herida.
-¿Cómo te sucedió eso?
-Cancelé una cita de sexo con una chica de 3º y fui golpeado a causa de eso - “¡No me rechaces cuando tienes unas marcas de dientes perfectas en la mejilla puto!” dijo ella.
-¿Tú rechazaste una cita de sexo? Vaya, parece que esas cosas inusuales también suceden -comentó Alois, que también estaba presente.
-... Es un secreto -respondí yo recordando la promesa de esa mañana-. Un secreto entre Takashi y yo.
-Je,je. Suena como si hubiera un significado oculto -dijo con una sonrisa Ciel.
-Oye, no digas cosas que se puedan malinterpretar -dijo Takashi apareciendo de repente en escena con una bolsa de hielo que colocó en mi mejilla.
-¡Ouch!¡Frío...! -pero cuando me fijé mejor vi como Takashi se ponía el dedo índice sobre los labios, en señal de que guardara el secreto.
Ese simple gesto me hizo feliz, tremendamente feliz. Al fin tenía una historia con Takashi, incluso quizá algún día él se enamorara de mí. Porque ahora sí era posible. Ahora tenía una posibilidad de estar junto a él no como su mejor amigo, sino como su amante.

viernes, 23 de marzo de 2012

Capítulo 11: Cuanto antes.

POV de Catherina.

Allí me encontraba, gritándole al director como si hubiese cometido un pecado capital a pleno pulmón. Exigiéndole una respuesta que ya me había dado millones de veces pero que no estaba dispuesta a aceptar. ¿Y todo por qué? Bueno, ese mismo día (como todos los demás), estaba de mal humor porque los profesores no dejaban de llevarme la contra, pero toda esa frustración se desvaneció en cuanto recordé cuál era mi próxima clase: música.
¿Tal felicidad era posible? Pues claro que si, me sentía en el séptimo cielo cuando entraba en esa clase. Pero imaginaos mi sorpresa al entrar en el aula y ver que el asiento de la Sra. Miyakawa (o Sanko, como la llamaba yo), estaba ocupado por un chico de unos 25 años. Estaba rodeado por todas las chicas de clase y los chicos, en vez de sentirse celosos, parecían totalmente cómodos con él, incluso bromeaban entre ellos. ¿Qué estaba pasando allí y quién se creía aquel ser para sentarse en la silla de la gran Sanko Miyakawa?
Sonó el timbre, poniendo fin a mis preguntas pero dando comienzo a una guerra de dimensiones épicas.
Cuando ocupé mi sitio le pregunté a la chica de al lado:

-¿Quién es este?
-Oh, el sustituto de Miyakawa-sensei.
-¿¡El sustituto de quién?! -dije alarmada.
-¡Sí! ¿No es fantástico? Ya no tendremos que aguantar más a aquella arpía, además, el chaval está como un tren. ¡Es guapísimo! Y mucho más amable que la otra, eso sin contar que... -mi mente desconectó en el momento de oír “sustituto de Miyakawa-sensei”. Nadie podía sustituirla, era la mejor profesora de música que podría existir, ¡era imposible sustituirla!
-Buenos días chicos -dijo una voz que me sacó de mis cavilaciones. Era el tío que se creía lo suficientemente bueno como para desbancar a Sanko. ¡Tsk! Maldito.
-Como ya sabéis -prosiguió-, la Sra. Miyakawa ha tenido que darse de baja por motivos personales. Así que de aquí en adelante yo seré vuestro profesor de música.
-¡Me niego! -salté sin pensármelo. Me miró interrogante, como si no entendiera que aquello pudiese afectarme.
-¿Perdón? -preguntó incrédulo.
-Que me niego a que otra persona que no sea Sanko me imparta clases de música. ¡Ella es la mejor!
-... Creo que tú debes de ser Cat -me pilló totalmente desprevenida.
-¿Cómo sabes mi nombre? -pregunté casi en un gruñido.
-La Sra. Miyakawa me habló de ti y que te reconocería en seguida. Encantado Cat, puedes llamarme Illium.
-No me llames Cat. Tú no puedes llamarme así -dije a la defensiva.
-De acuerdo, ¿y cómo quiere que le llame su majestad? -respondió con un toque de desdén.
-Hum. Catherina Elisabeth Essel Cordilia Middleford -se quedó pensativo, y por cómo se le iluminó la mirada supe que tuvo una idea que no me iba a gustar ni un pelo.
-Ya se. Te llamaré Neko -no pude abrir más los ojos.
-¿¡Pero cómo demonios has llegado a eso!? -pregunté indignada mientras me miraba divertido y los demás se reían.
-Bueno pues... : de “Catherina” - “Cat”. “Cat” en inglés es “gato”, osease = Neko.
-¡No me llames así! -volví a gritar.
-Mmmmhh... Me pregunto si se puede castigar a una alumna por faltarle el respeto a un profesor...
-¿Por faltarle el respeto? Oh no, perdona, no te estoy faltando al respeto, te estoy diciendo que no me llames por ese ridículo nombre. Además, tú no puedes llamarte profesor. Profesora es Sanko, tú solo eres un chaval que no sabía que hacer para sacarse un dinero y ha decidido sustituir a la más grande de todas: Miyakawa Sanko -cuando terminé de hablar me di cuenta de que toda la clase estaba en silencio. Mierda, estaba segurísima de que ahora si que estaba...
-Castigada.

Así que, después de aquello fui a hablar con el director para exigirle una explicación, pero lo único que conseguí sacar es que aceptase el castigo sin rechistar.
Ese tal Illium me las iba a pagar. Oh... por supuesto que me las iba a pagar.


POV de Soubi.

JODER. Faltó tan poco... ¡tan poco! Si no me hubiese cerrado la puerta en las narices ni me hubiera gritado de aquella manera habría sido capaz de decírselo, pero no pude. Aquellos ojos tan dolidos, tristes y furiosos me paralizaron. Pero ahora me daba cuenta: tenía que haber insistido en que me abriera la puerta y hacerle que escuchara lo que siento. Pero ¿me habría prestado atención o me hubiese vuelto a echar? Mierda... ahora nunca lo sabría. Ya estaba hecho. Además, antes creía que tenía posibilidades pero en cuento lo vi con Alois semi desnudo me di cuenta de que me lo había imaginado todo, de que el único que sentía algo era yo, sino ¿por qué lo habría hecho con Alois? Porque estaba claro que se habían acostado juntos, y pensar que yo ni siquiera pude besar a otra persona porque él estaba demasiado presente en mis pensamientos y él en cambio podía acostarse con aquel extranjero repelente, hizo que mis esperanzas se derrumbaran. Caí en mi propia trampa y me enamoré de él.
Pero fui muy iluso al pensar que lo peor ya había pasado. Mi infierno sólo acababa de comenzar.
Tenía la intención de hablar con él cuando llegara a clases, o al menos hubiese hablado con él si le hubiese reconocido.
Le estaba esperando en la puerta del colegio cuando un murmullo general me sacó de mis pensamientos. Alcé la cabeza y lo que vi me dejó sin habla (como a todos los demás presentes):
el Ciel monótono y aburrido había cambiado su pelo negro por un blanco eléctrico; las gafas grandes que impedían ver la mitad de su cara, por dos perlas azuladas; la ropa dos tallas más grandes que la suya por prendas mucho más ligeras y llevaderas; y su aura sombría y asustadiza por una más pura, brillante y aparentemente inalcanzable.
Por un momento me pareció tocar el cielo, dejar de sentir el peso de mi cuerpo para quedarme a merced de sus palabras. Estaba frente a un ángel.
Pero toda felicidad desapareció cuando me di cuenta de quién le acompañaba. La persona que, en mi opinión, no debería haber nacido nunca.

-¿Ese es Ciel...?
-No puede ser, ¿cómo va a ser ese Usagiwa?
-Pero mira, mira. ¿No es esa su mochila?
-¡Oh, Dios mío...! ¡Es él!

Para mi desgracia yo no era el único que pensaba que aquel era el ser más maravilloso que jamás había existido. Antes de que diera este cambio tan radical puede que tuviese alguna oportunidad de enamorarlo, pero ahora, tendría a todo el colegio como rival. Mis oportunidades disminuían por momentos.

-¡¡¡UAAAAAAAAA!!! ¡KAWAI-KUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUN! -cuando me di cuenta, el chico que decía llamarse Momo estaba encima de Ciel.
-Menudo cambio Ciel-kun -dijo esta vez el otro chico que siempre le acompañaba. ¿Cómo se llamaba? Era...
-Gracias Takashi-kun -eso-. Mmh... ¿Momo? ¿Me puedes soltar ya?
-¿? ¡Ah! Sí, sí. Pero es que estás tan monoooo~♥
-Sí, sí. Todos sabemos que está adorable así que... FUERA MANOS -dijo de pronto Alois apartando a Momo de Ciel, como si le perteneciera...
-¡Buuuhh! -replicó Momo con un puchero.
-Tranquilo Alois, no pasa nada -se excusó Ciel mientras sonreía. Una sonrisa que sin duda hizo que todos los que la vieron se enamoraran de ella, hombres y mujeres. Lo que me enfureció aún más pensar que aquella sonrisa ya no era sólo mía, sino que la podía ver cualquiera. Pero sin duda, lo peor de todo, fue que Alois respondió a esa sonrisa con una abrazo. No lo pude soportar más, así que entré en escena.
-Ya está bien ¿no? -dije mientras cogía a Alois del cuello de la camisa por detrás y lo apartaba de Ciel.
-Soubi... -musitó Ciel nada más verme borrando la sonrisa de su rostro, mostrándose triste y dolido.
-Soubi, ¿cómo tienes la mano? No deberías hacer esfuerzos innecesarios, la herida podría volver a abrirse -dijo de pronto Alois soltándose de mi mano y pasando sus brazos por los hombros de Ciel.
-Es verdad. ¿Cómo va tu mano? -me preguntó Takashi.
-Bien -me limité a decir.
-Yo no diría bien. La enfermera dijo que casi te tienen que poner puntos -dijo una voz a mi espalda. Cuando me giré vi a un chico alto, de pelo castaño y sonrisa fácil.
-¿Y tú eres...? -preguntó Alois.
-¡Oh! No me he presentado. Podéis llamarme Guille.
-¿Guille? ¿Qué nombre es ese?
-Jeje, es que no es japonés.
-Es un nombre de origen germánico “wilhelm”. Se traduce como yelmo voluntarioso, su significado es "Aquel que es un protector decidido" -soltó Takashi como si fuera un libro de texto.
-Eh... Sí... -dijo el chico llamado Guille dudando en si tenía que agradecerle que le explicara lo que significaba su nombre o no.
-¿Y por qué te metes en nuestra conversación, “Guille”? -preguntó arrogante Alois.
-Bueno... es que soy el ayudante de la enfermera y la escuché decir que un chico había roto una ventana. Cuando me asomé y vi tu herida supe de inmediato que tuviste suerte de que no te cortara ninguna vena.
-¡Guau! ¿Vas a estudiar medicina? -preguntó Momo.
-No lo sé... probablemente sí. Se me da bastante bien y mi madre quiere que siga los pasos de mi padre -respondió con una voz un tanto triste.
-Aburriiiiido.... -susurró Alois lo suficientemente alto como para que el chico le oyera.
-¡Alois! -le reprendió Ciel.
-¡Oh, vamos! Estabas pensando lo mismo.
-Buenos días -dijo el recién llegado Shinichi.
-¡Shinichi! -gritó Momo al verlo, pero inmediatamente Takashi le tapó la boca.
-Buenos días Shinichi -saludé. Y pude ver perfectamente por el rabillo del ojo como Ciel apartaba la mirada cuando Shinichi se puso a mi lado. Parecía como si estuviese.... celoso. Pero eso no podía ser ¿verdad? Él ya tenía a Alois y... ¿verdad?


Fin POV de Soubi.

A pesar de que me prometí a mí mismo dejar de mirarle, no puedo evitar sentirme celoso cuando le veo con mi hermano. Son tan cercanos que me quema por dentro no poder ser yo el que esté junto a él. Y no me importa lo que piense todo el colegio sobre mi nuevo aspecto, lo único que me importa es saber qué piensa él de mi cambio. Pero ya no puedo preguntárselo, no después de cerrarle la puerta en las narices.

-Anda Guille, ¿qué haces tú aquí? -preguntó Shinichi.
-¿Lo conoces? -dijo Alois.
-Sí. Fui yo el que le presentó a Midori – Midori era la enfermera.
-Buenos días Usagiwa-sempai -saludó Guille.
-Te he dicho que me llames Shinichi -dijo cortésmente mi hermano.
-Ah, no no. A un sempai se le llama por su apellido.
-Anda, vámonos, que esto va para largo -me dijo Alois al oído tirando de mí.

Antes de llegar a la puerta eché una última mirada y cuál fue mi sorpresa al ver cómo Soubi me estaba mirando con una intensidad desconocida para mí. No supe cómo reaccionar, pues el hecho de que me estuviera mirando me hacía tremendamente feliz, pero que lo hiciera de aquella manera tan triste e impotente me dolió más que cualquier tortura. Me empecé a plantearme: ¿Hice bien en cerrarle la puerta o tenía que haberle escuchado?
Pero justo cuando iba a acercarme para disculparme, él giró la cabeza, un gesto que me devolvió a la realidad: yo era el único que sentía esto, y todo lo que hiciera él, no tenía por qué ser malinterpretado a mi conveniencia.
Dolido, me dirigí a mi clase para olvidar lo que acababa de ver.

Así que... ¿aquello era lo que se sentía siendo acosado por todas las chicas del colegio...?
Era muy desagradable. No me importaba ninguna de ellas, sólo quería ver a Soubi... a pesar de haber sido yo el que le dijo que me dejara en paz, pero ¿él querría verme a mí? Después de todo le insulté a la cara. Pero es que él jugó conmigo y con mis sentimientos, y no estaba dispuesto a dejar que lo hicieran por segunda vez. Y como no sabía qué hacer... se lo pregunté a la única persona que sería totalmente imparcial: Takashi.

-Mmmh... Takashi. ¿Puedo hablar un momento contigo? -le dije cuando Momo estaba hablando con otro chico.
-Claro. ¿De qué se trata? -preguntó con una sonrisa.
-Mhh... en... privado.
-Te sigo.
Le dirigí por los pasillos hasta el piso de abajo, a un sitio en el que seguro no seríamos interrumpidos.
-Dime.
-B-bueno, yo..... Quería saber si... Cuando te gusta alguien...
-¿Qué ha hecho Soubi? -preguntó resignado.
-¿¡Qué!? ¡No! No, él no ha hecho nada, he sido yo el que... un momento. ¿Tanto se nota?
-Hum. Él único que parece no haberse dado cuenta es Soubi.
-P-pero... yo a él no le gusto... no tendría por qué darse cuenta... -musité cabizbajo.
-Ciel -levanté la cabeza-. Las únicas personas que no os habéis dado cuenta de que os gustáis mutuamente sois vosotros dos. Y sea lo que sea que hayas hecho, estoy seguro de que estará encantado de perdonarte
-... pero le grité a la cara que se alejara de mí, que me dejara en paz. Seguro que ya no quiere ni dirigirme la palabra.
-Ciel.... Realmente eres inocente -dijo acariciándome la cabeza.
-¿...? -le miré interrogante.
-No me cabe ninguna duda de que si vas a hablar con él y le explicas que lo que le dijiste no iba en serio (y le confiesas de una vez lo que sientes por él), no tendrá ningún reparo en perdonarte.
-...¿Tú crees?
-Hazme caso -me animó con una sonrisa.
El daño ya estaba hecho. Lo peor que me podía pasar era que me dejara de hablar, y ya lo estaba haciendo, así que ¿por qué no intentarlo?
-Gracias Takashi-kun -le sonreía agradecidamente y me fui a buscar a Soubi.

“Soubi, por favor, por favor. Sigue pensando en mí hasta que llegue. Sólo no cambies en lo que tardo en llegar a ti. Espérame”
Y con estos pensamientos en mente, crucé el colegio en busca de la última oportunidad que tenía de decirle lo que sentía a Soubi, porque estaba seguro de que si no lo hacía cuanto antes, sería demasiado tarde.

martes, 6 de marzo de 2012

Capítulo 10: Simplemente perfecto.

POV de Alois.

...
¿Qué coño acababa de pasar?
¿Ciel y Soubi peleados? ¿Ciel enfadado? ¿Soubi echado fuera de casa? Y lo más raro de todo...

-¡ALOIS!¡COGE ALGO DE MI ROPA, NOS VAMOS YA!

¡¿Un Ciel mandón?!
Definitivamente el mundo acabaría pronto.
Cuando salimos, intenté ver algo del Ciel que yo recordaba en la persona que tenía delante, pero nada me indicaba que el delicado y frágil Ciel estuviese ahí dentro. Pues el ser que tenía delante emanaba una fuerza y una furia que aumentaban por momentos. Aquel no era el Ciel que yo conocía, y aunque era genial que ya no le tuviera miedo a su aspecto, me asustaba sólo la idea de que lo hubiese perdido para siempre, de que toda aquella pureza que tanto amaba se hubiese esfumado dejando sólo una cáscara resentida y rencorosa. Pero lo que más temía, es que aquello pudiese haber pasado por mi culpa.
Simplemente en cuanto vi a Soubi enfadado y celoso, me dije a mí mismo que tenía que aprovechar la situación, así que se me ocurrió hablar con Ciel sobre temas que pudieran tener una segunda interpretación para que este se enfureciera y soltara de una maldita vez lo que sentía por Ciel, pero no conté con que Ciel se enojaría antes que Soubi, destruyendo por completo la confesión que estaba a punto de realizar Soubi.
Temía que mi plan hubiese llevado demasiado lejos los celos de Soubi convirtiéndolos en odio.
Tamía que al descubrirlo Ciel dejara de hablarme.
Temía que aquello no fuera un sueño y estuviera pasando de verdad.

-Ciel... ¿estás bien? -pregunté al ver como este mantenía una expresión dura y seria (sin llegar a resultar amenazante) en su rostro nada habitual en él.
-Claro, ¿por? -respondió cambiando totalmente de expresión a una más relajada y normal en él.
Estuve a punto de gritarle: ¿¡CÓMO QUE POR?! ¡PORQUE HAS ECHADO DE TU CASA AL AMOR DE TU VIDA JUSTO CUANDO ESTABA A PUNTO DE CONFESARSE!
-No, por nada.

Al llegar al complejo comercial, Ciel quedó maravillado. Aunque su familia tenía mucho dinero, él no estaba acostumbrado a ir al centro, donde estaban las tiendas más lujosas, caras y famosas. Cada esquina, cada calle, cada rincón estaba cubierto por una tienda... ¡Cómo amaba ir de tiendas! Ah... cuánto tiempo sin ese sentimiento. En fin, tenía que centrarme, estábamos allí por Ciel, no por mí.
Aunque alguna que otra cosa sí me compraría... pero sólo alguna que otra cosa ( ¬ ¬ ).

-Alois... -miré a Ciel, quje ahora parecía tan indefenso como antes de la pelea.
-¿Qué te pasa? -pregunté tratando de disimular una sonrisa.
-... yo... no sé por dónde empezar... -dijo mirando a todas las tiendas que alcanzaba a ver.
-¡Para eso estoy yo aquí! Prepárate. Nunca vas a acabar tan cansado como hoy -dicho esto, le cogí por la manga y lo llevé por todos los sitios en los que seguro habría ropa... adecuada a su nuevo look.

Empezamos por "MENTHA" (mi tienda favorita). Nada más entrar y ver todos aquellos pantalones negros, grises, blancos; desgarrados, con tachuelas, con cadenas; holgados, ajustados, rectos y muy, sugerentes. Camisetas de todos los colores; lisas, con estampados, a varios colores; con adronos, con rotos, dobles y muy, muy modernas. Botas, zapatos, sandalias, gorras, cinturones, pulseras, colgantes, anillos, ... ¡PERO QUÉ PARAÍSO!
Tardamos más de hora y media en decidirnos (aunque si no llega a ser porque soy muy rápido nos podríamos haber tirado allí 7 horas). Se llevó: tres pares de pantalones (unos negros vaqueros de corte recto con tachuelas en los bolsillos, otros blancos con unas cadenas en una cadera y los últimos azules a juego con sus ojos), cinco camisetas (una de manga larga holgada azul claro que debaja un hombro al descubierto, otra ajustada negra de tirantes, una de cuello vuelto sin mangas ajustada negra también, otra que simulaban dos camisetas cosidas: una de manga corta y la otra de tirantes, de manera que se superponían pareciendo que eran dos diferentes. En esta la de tirantes era negra y la de manga corta a rallas rojas y blancas. Y la última una holgada de color salmón en la que se podía leer : "Little Bad Boy ♥ "), dos cinturones, dos pares de zapatillas (unas de tela negra con los cordones negros y azules, y las otras de tela roja), dos gorros (uno azul claro con una cinta blanca y otro blanco con una cinta negra) y dos bufandas (una blanca y otra azul claro).
...
¿Está claro ya que el azul es su color? Vale, por si acaso.

-¡Uff! No sabía que ir de compras eran tan agotador! -dijo con un suspiro frotándose el lumbar.
-Ni que fueras un viejo de 80 años.
-¡Es que no esoty acostumbrado! Menos mal que ya tengo suficiente ropa.
-¿Estás de coña? Acabamos de empezar -y ver la cara de horror de Ciel sólo me hizo soltar una carcajada.

A esta tienda le siguieron seis más: una de bañadores (donde le compramos una par de sandalias y tres bañadores), una de zapatos (de vestir, de deporte, para salir, para lucir,... ), otra de accesorios (una persona sin accesorios no es una persona, es un simple decorado. Por eso me encargué de comprarle pañuelos, bufandas, corbatas [amo las corbatas], más gorros, alguna pulsera y collar y [para mí] un anillo con un rubí), una de ropa deportiva, otra de ropa elegante (lugar en el que le compré camisas, chaquetas, chalecos, pantalones y corbatas [cómo no]) y también pasamos por una tienda más normalita. A mí no me llamó mucho la atención, pero Ciel se quedó mirando un jersey del escaparate, así que entramos, y me soprendí al descubrir que casi todo lo de allí le quedaba bien. Ponchos, abrigos, jerseys, camisetas de manga larga y camisetas de cuello vuelto, guantes, gorros y multitud de ropa de colores pastel que inesperadamente le quedaban perfectas con su tono de piel. Salió de allí cono una muñequita: con un jersey holgado blanco marfil que le dejaba ver gran parte de sus hombros, unos pantalones marrones claros, unas botas beige oscuro y una sonrisa adorable. Menos mal que me había equivocado: Ciel seguía siendo Ciel.

-Por favor, dime que nos vamos ya -me dijo tocándose los ojos por debajo de las gafas a causa del cansancio. Estuve a punto de contestarle, pero entonces se quitó las gafas y bostezó. ¡Por Dios! ¡Pero si era más mono que un conejito bebé!
-¡KYYAAAAAA!! -me lancé encima suya. A ver: había estado toda la tarde viéndole salir y entrar de millones de provadores con ropa de todo tipo y ahora bostezaba de esa manera.... uno tiene un límite ¿sabes?
-¡WUAAAAA!¡Un poco de cuidado! -dijo ya en el suelo.
-Ok, ok. Ya pasó -dije levantándome.
-Bueno, contéstame. ¿Qué nos queda?
-Solamente dos cosas -conesté levantando el índice y el corazón.
-Buff.... Menos mal. ¿A cuál vamos primero?
-A esa- dije señalando una óptica.

Al final estuvimos de acuerdo con que a veces le podía apetecer ir con gafas en vez de con lentillas. Así que permití que se comprara un par de gafas pero con la condición de que las eligiera yo. Estuve viendo varios modelos, hasta que me decanté por unas de pasta de montura fina rectangulares de color rojo.
Pero sin duda la última parada fue mi favorita: salón de belleza. Hacía tiempo que no me cortaba las puntas, quizás aquella era una buena ocasión.

-Alois... ¿qué hacemos aquí?
-¡Bienvenidos! -nos dimos la vuelta, y ambos tuvimos que retroceder al vernos embestidos por una trabajadora- ¡Ups! ¡Perdón! Jeje, ¿en qué puedo ayudarles?

La chica no era ni muy alta ni muy baja, pero muy mona. Tenía el pelo castaño recogido en una trenza MUY elaborada que le llegaba hasta por debajo de la cadera. Sus ojos castaño oscuro irradiaban interés y brillaban con una intensidad cegadora, casi dolorosa. Su rostro estaba adornado por una gran y sincera sonrisa y toda ella emanaba energía. Sin duda una chica optimista, despreocupada y alegre, totalmente feliz... No me iba a caer muy bien.

-Sí -respondí con una falsa sonrisa que Ciel supo captar inmediatamente-, yo vengo a cortarme un poco las puntas y él... bueno, vamos a hacerle un cambio de look.
-¡NYA! ¡Me encantan los cambios de look! De acuerdo -dijo poniéndoese repentinamente seria-, veamos con lo que tengo que trabajar -dijo quitándole las gafas, pues Ciel aún no estaba acostumbrado a las lentillas y las otras gafas tardarían un día en estar hechas.
Cuando la chica le quitó las gafas simplemente pareció un gatito a punto de atrapar a su presa: se le dilataron las pupilas, le brillaron más los ojos (si eso era posible), le tamblaron los labios y se lanzó contra Ciel.
-¡¡¡¡¡Pero que mmmmoonoo!!!!!! ¡¿Pero tu has visto que ricura?! -me dijo mientras me enseñaba la cara de Ciel. Ante esto sólo pude reír porque estaba de acuerdo: Ciel era dorable.
-Bien -dijo de pronto la chica-. Cariño, voy a hacer que quedes perfecto.

Le expliqué un poco por encima lo que quería: que le quitara el tinte del pelo para que volviera a tomar su color blanquicino, que le quitara las puntas abiertas y que le arreglara el corte. No esperaba mucho de aquella chica. Parecía bastante patosa y despistada, pero en el momento en el que se puso manos a la obra, su aura cambió totalmente.
Pasó de torpe y simple, a una estilista profesional. Esa chica llevaba en la sangre el arte de arreglar el cabello. Manejaba las tijeras con una fluidez y rapideza que parecía que en cualquier momento se le escaparían de las manos, pero en cambio, recortaba, perfilaba, igualaba y perfeccionaba cada parte del pelo de Ciel. De hecho, parecía otra persona cuando cogía las tijeras, parecía una diosa. Era simplemente increíble la manera en que se manejaba en aquel entorno: era una peluquera extraordinaria.
Cuando terminó con Ciel... casi no lo reconocí.
Pelo blanco que parecía formar parte de su pálida tez. Sus ojos lapislazuli puros e inocentes, clavados en mí. Los mechones que le caían estratégicamente sobre éstos, la manera en la que cada pelo, cada textura se entretegía en su cabeza, haciéndole parecer un verdadero ángel. Ahora su aspecto era totalmente diferente al de cuando entró por la puerta. Había pasado del pelo negro y sin vida al más brillante y espectacular blanco que se haya visto jamás, tan fresco y fino que hacía que la luz se reflejara en ellos hacia todas las direcciones posibles. Por el amor de Buda... era el Ciel de mis recuerdos. El ángel de mi memoria que con tan sólo una sonrisa podría hacer caer en el pecado a todos los hombres de la Tierra. Ahí estaba, delante mía, dispuesto a cambiar su vida así como lo había hecho con su aspecto. Ciel era hermoso.

-Alois... ¿qué pasa? ¿Tan mal me veo? -preguntó con pánico en la voz.
-No Ciel, no te preocupes, estás perfecto. Simplemente perfecto.